La teoría de los opuestos
La teoría de los opuestos
Por: Louella
Capítulo 1: Heridas

Un año atrás.

[Perspectiva de Nerea]

Había un millón de razones por las que no debía estar en la calle, ni en ese lugar. Sobre todo, por la sangre que estaba perdiendo. Tenía que ir a un hospital, lo sabía. El problema radicaba en que al mismo tiempo alguien me estaba siguiendo. Supe que no iba a sobrevivir si me encontraba.

Vi el enorme edificio que se imponía en el centro de Los Ángeles, completamente negro y que, de ver hacia arriba, inspiraba una sensación vertiginosa. intenté abrir la puerta inmensa y pesada de la entrada, pero, o bien me encontraba demasiado débil como para lograr moverla, o bien la seguridad de la sede principal de Empresas Grayson era tan reforzada que de verdad debía pasar mi identificación por esta. Claro que no tenía ninguna, pues no trabajaba ahí, ni tampoco tenía un teléfono.

Nunca antes había pisado ese sitio.

Casi sin aire y con los músculos adoloridos, me resigné a esperar a que alguien llegara a abrirla.

Lo único que tenía era a mi familia. En especial a mi único hermano, Caleb Grayson, dueño y fundador de una empresa destinada a la creación y distribución de aparatos tecnológicos e inteligentes a base de materiales reciclados.

No teníamos ningún parecido a parte del físico, por lo menos en ese momento. No podía sentirme más pequeña.

Quería vomitar. Estaba delgada en un punto que rozaba la desnutrición, tenía golpes en las piernas que eran visibles debido a que únicamente poseía una remera grande y rota que llegaba a taparme los muslos, mi rostro estaba golpeado, ensangrentado, tenía un ojo hinchado y tres meses de embarazo.

No obstante, en el fondo sabía la razón por la que caía tanta sangre entre mis piernas. No podía procesarlo.

Estaba en shock.

—Debí haber ido al hospital, debí haber ido... —comencé a susurrar. Ni siquiera estaba segura de cuánto había pasado, hasta que, entre mi vista borrosa, vi la silueta de alguien que estaba a punto de entrar al edificio, me miró y se preocupó.

Era un hombre alto y vestido de negro.

Solo entonces dejé de luchar, perdí todas las fuerzas que podría haber tenido y simplemente me desmayé.

[Perspectiva de Nicholas]

Estábamos jugando a las cartas. Me encontraba sentado en el suelo, dentro de las ruinas, mientras descansábamos y nos entretenemos durante la noche. La única luz que había era de una de las linternas. Ninguno podía dormir. Estábamos ansiosos, después de todo, esa era una de las últimas misiones antes de regresar a casa.

Por fin.

Extrañaba a mi familia. Agatha, mi esposa, estaba a punto de dar a luz a Olivia, nuestra pequeña guerrera.

Una parte de mí se sentía culpable por haberme unido al ejército. Lo había hecho porque no tenía opción, no por nada diferente. Había entrado mucho antes de conocer a la mujer que robaría mi corazón.

—No puedo creer que vayas a ser padre —dijo Robert con una leve sonrisa.

Levanté la mirada de las cartas para verlo y arqueé una ceja.

—Sí, bueno, estoy a punto de hacerlo hace como nueve meses —ironicé—. No intentes desconcentrarme.

Soltó una risa.

Me conocía más que nadie, claro que sabía que estaba emocionado por lo que vendría. Nos habíamos criado en las calles, sobrevivimos juntos a lo que era ser abandonados por el sistema. Fue decisión de ambos convertirnos en lo que éramos.

Lo admiraba. A pesar de las adversidades y de que la noche anterior hubo varias bajas, tenía la capacidad de sonreír. Estaba roto por dentro, pero no dejaba de hacerlo.

Sin embargo, yo había dejado de hacerlo mucho tiempo atrás. Las escasas veces que sonreía eran por mi hija o mi pareja.

Eso fue lo último que pasó por mi cabeza antes de escuchar ese agudo sonido característico de algo que está a punto de caer.

Vi a los ojos a mi amigo, tan sorprendido como él. Entonces, antes de que siquiera pudiera decir alguna cosa más, el lugar explotó en llamas.

Actualidad.

[Perspectiva de Caleb] (hermano de Nerea).

Golpeteé el escritorio con los dedos, ansioso. Miré el reloj negro empotrado contra la pared, como de costumbre, en el momento justo en que la hora era las ocho en punto.

Para ser francos, era la primera vez que hacía algo así. Sin embargo, el recuerdo vivo en mi mente de mi hermana pequeña bañada en sangre un año antes era suficiente para recordarme que nunca estaba de más ser precavido. Incluso aunque ella misma quisiera matarme luego, dado que no era precisamente fan de interactuar con el género masculino durante mucho tiempo.

Escuché el sonido de la puerta ser tocada. Volteé la vista hacia su dirección.

—¡Adelante!

El hombre que abrió y entró me llevaba una cabeza de altura.

Sentí un escalofrío.

Era alto, llevaba una remera negra y los músculos se marcaban claramente a través de esta. Sus brazos igualmente se veían con bastante firmeza.

Tenía el cabello negro y corto, tan oscuro que ayudaba a resaltar los ojos grises más fríos que vi en la vida. Una cicatriz recorría la mitad de su cara, como si hubiera tenido varios puntos. En esa misma parte, tenía trozos de piel que eran más claros, si se podía, que el resto. Era pálido. Fácilmente podía ser miembro del reparto de una serie de vampiros.

—Buenas tardes —dijo con voz profunda sosteniendo la mirada. Extendió el currículum.

Arrugué la frente.

—Buenas tardes, Nicholas. No es necesario entregarlo. Lo he leído, por eso preparé está entrevista —expliqué con una ligera sonrisa. Lo tomé por cortesía.

—Sí. —Tomó asiento—. La cuestión es que la mitad de los que buscan empleados leen los currículums sin prestarles demasiada atención. Por eso me tomé la molestia de traer una versión sintetizada. Será más fácil que pueda valorar mis habilidades.

Lo vi a los ojos. Estaba cruzado de brazos. Era demasiado obvio que no quería ese trabajo, así que ¿por qué siquiera se había molestado en venir?

—Gracias —dije. Me recosté en mi silla y empecé a leer las cualidades que este sujeto podría llegar a tener.

Tenía mi edad y... se había graduado del ejército con honores. Se lo consideraba un héroe de guerra. Tenía entrenamiento específico para proteger a la presidencia. ¿Quién diablos era este sujeto?

—La información que está ahí es confidencial, no podía entregarlo como si nada por correo electrónico.

—¿Por qué quieres el trabajo? —pregunté. Nunca había sido de los que tenían tapujos a la hora de hablar.

Se tensó. Era una pregunta que podía llegar a molestar, pero me inquietaba lo temperamental que estaba siendo el sujeto hasta el momento.

—Necesito el dinero —admitió.

Ladeé la cabeza.

—¿Por qué aquí, en una empresa privada, y no para el Estado?

—Mejor paga —se limitó a decir.

Tomé aire.

—La persona que quiero que protejas es muy importante para mí y su vida podría correr peligro. Lo único que quiero es saber que tiene la suficiente motivación como para protegerla a toda costa.

Me sostuvo la mirada.

—Con todo respeto, fui entrenado para esto. Lo que significa que puedo leer el lenguaje corporal de una persona, pelear con armas blancas o con balas, cuerpo a cuerpo, soy veloz, buen rastreador, tengo sentido de la orientación y si el momento lo amerita, soy muy bueno buscando lugares seguros o salidas de emergencia. Es el mismo conocimiento que podría tener un guardia de seguridad bien entrenado, pero no en la misma intensidad, considerando la forma en la que fui entrenado. Este ya es el quinto trabajo en el que me rechazan —admitió.

Me preguntaba por qué.

—Su actitud no parece la más colaborativa —admití, también sinceramente—. Sin embargo...

—Estoy endeudado y necesito el dinero para pagarle el tratamiento a mi ex esposa. Tiene cáncer terminal.

Enderecé la espalda.

—Lo siento, yo...

—No vine a aquí a dar pena —me interrumpió—. Lo único que pido es que no me haga perder el tiempo.

Respiré hondo.

—Nos vemos luego —me resigné a decir—. En la semana lo llamaremos. Gracias por venir.

Poner a un hombre como él al lado de alguien como mi hermana era igual a problemas, pero estaba seguro de que se sentiría mejor con alguien así de distante que con uno que fuera sonriente, bromista o cualquier cosa de esas. En definitiva, cuanto más lejos permaneciera de ella mejor. Y Nicholas parecía estar a años luz de cualquier persona.

Por fin después de tanto tiempo Nerea se había animado a salir de casa y yo no podía desaprovecharlo, pero tampoco iba a arriesgarme. Él parecía, hasta el momento, el sujeto más indicado para este trabajo. Tampoco lucía dispuesto a aceptar sobornos, lo que me gustaba. No sabía de lo que podía ser capaz la persona que buscaba hacernos daño.

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