Capítulo 2: Juegos de seducción.

Celeste estaba decidida. Había llegado el momento de llevar su plan de seducción al siguiente nivel y no dejaría que nada la detuviera.

Sus ojos azules brillaban con determinación mientras asumía el papel del irresistible profesor Thomoe.

Podía sentir cómo su confianza se elevaba hasta alcanzar su objetivo: obtener el anhelado 10 en su calificación.

Con una voz firme, pronunció las palabras:

—Seguiré con el plan.

La reacción de incredulidad en el rostro de Mónica no la intimidó en absoluto.

Con valentía, le respondió:

—Tal vez esté un poco loca, pero necesito ese 10.

Celeste sabía que no sería una tarea fácil, pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para conseguirlo.

A medida que avanzaba el día, Celeste comenzó a sentir algo más que el simple deseo de obtener una buena calificación. El aura magnética y la mirada intensa del profesor Thomoe despertaron en ella emociones desconocidas. Intentaba disimularlo, pero en secreto sus ojos constantemente se desviaban hacia él, buscando alguna conexión, algún indicio de que sus seductoras artes estaban surtiendo efecto.

En clase, el profesor Thomoe se destacaba por su elegancia al escribir en la pizarra. Su apariencia impecable, gestos pulidos y estilo distinguido no pasaban desapercibidos para sus compañeros de clase. De vez en cuando, podía escuchar susurros de admiración llenando el aire, y estaba claro que Thomoe había conquistado más de un corazón.

Thomoe, con un tono de voz frío y autoritario, anunciaba las tareas del día. Aunque parecía indiferente, sus ojos siempre estaban buscando a Celeste. Ella, consciente de esta atención, aprovechaba cada oportunidad para mostrar su interés de manera descarada. Cruzaba y descruzaba las piernas provocativamente, seduciéndolo con cada movimiento.

En un momento inesperado, Celeste perdió el equilibrio y cayó de su asiento. Thomoe, conteniendo una risa maliciosa, se acercó rápidamente y le preguntó, con una mezcla de preocupación y diversión:

—¿Estás bien?

Al ver a Celeste en el suelo, con la falda levantada, Thomoe sintió una fuerte atracción.

No había mucho margen para la imaginación, ya que pudo apreciar el intenso color rojo de sus bragas, lo cual intensificó su excitación.

Celeste, sintiéndose al descubierto, se puso de pie rápidamente y regresó a su asiento, cubriendo los lados de su escritorio con una manta de su mochila. Sabía que había captado la atención del profesor y no quería que sus insinuaciones quedaran en vano.

Decidida a llevar su juego de seducción al siguiente nivel, Celeste abrió nuevamente las piernas, fingiendo concentración en su tarea, pero en realidad dejando en claro sus verdaderas intenciones. Mientras mordía su pluma, deslizaba suavemente su mano por encima de sus bragas, susurrando con picardía:

—Aaah.

Mientras tanto, Thomoe intentaba mantener la compostura, pero la excitación y el deseo se apoderaban de él. Decidió acercarse a Celeste en clase para hablar sobre su rendimiento académico y así tener una excusa para profundizar en esa conexión tan intensa que habían establecido.

—Celeste, necesito hablar contigo —dijo Thomoe con voz suave, esperando despertar aún más el deseo latente entre ellos.

Celeste se giró hacia él, sintiendo cómo se aceleraba su corazón al escuchar su dulce tono de voz.

—Claro, profesor Thomoe. ¿De qué desea hablar? —respondió ella, con una mirada seductora.

Thomoe no pudo evitar sonreír ante su atrevimiento, pero se mostró serio mientras mencionaba:

—He notado un cambio en tu actitud en clase. Parece que estás más enfocada y motivada. Me gustaría saber qué ha pasado contigo.

Celeste, jugando con los límites, bajó la mirada y mordió suavemente su labio inferior, antes de responder con voz seductora:

—Profesor Thomoe, solo he encontrado una nueva fuente de inspiración para obtener el 10 que tanto deseo. ¿Cree que podría ayudarme a alcanzar ese objetivo?

Thomoe se quedó momentáneamente sin palabras, asimilando la audacia de Celeste. Sabía que esto iba más allá de una simple seducción estudiantil; había despertado en él algo que no podía ignorar.

El aula se volvió un escenario de tensión, con pulsiones y deseos latentes. Celeste estaba decidida a alcanzar su objetivo, a hacer que Thomoe sucumbiera a su encanto. La excitación llenaba cada rincón del espacio y se podía sentir cómo el aire se volvía más denso con cada mirada y cada gesto provocador.

Pero ¿qué sucedería a continuación? ¿Se llevaría a cabo el plan de Celeste de manera exitosa? Nadie lo sabría, pero una cosa era segura: Celeste estaba dispuesta a ir hasta las últimas consecuencias con tal de conseguir ese anhelado 10 en su calificación. El juego de seducción había comenzado y no había vuelta atrás.

Thomoe volvió a su escritorio sin dejar de ver a Celeste.

Los días siguientes Thomoe y Celeste continuaron con ese juego.

Cada gesto, cada movimiento de Celeste era cautivador para el profesor Thomoe, quien no podía apartar la mirada de ella y se perdía en fantasías y deseos prohibidos.

Desde el momento en que Celeste cruzaba el umbral del aula hasta que se sentaba en su pupitre, Thomoe no podía evitar seguir cada uno de sus movimientos con una mirada penetrante. La forma en que caminaba, con gracia y elegancia, despertaba en él una sed insaciable.

La tensión sexual que se respiraba en el aula era palpable, aunque ninguno de los dos lo mencionaba abiertamente. Era como una corriente eléctrica que los envolvía, siempre presente pero nunca confesada.

Ambos se miraban de forma furtiva entre los momentos de enseñanza y las explicaciones académicas. Y en cada uno de esos encuentros visuales se transmitían mensajes ocultos, deseos y anhelos que jamás debían ser pronunciados en voz alta.

Thomoe se dejaba llevar por sus fantasías más osadas, imaginando a Celeste en su cama, entregada a él de una manera tan apasionada que lo volvía loco de deseo. Se imaginaba acariciando su suave piel, besando cada rincón de su cuerpo y haciéndola gemir de placer.

Estas imágenes se mezclaban con la realidad, haciendo que las clases se volvieran un juego peligroso, una danza donde el lenguaje corporal y las miradas ardientes eran el centro de atención.

Pero Celeste no era una simple espectadora en este juego seductor. Consciente del poder que tenía sobre Thomoe, ella decidía llevar las cosas incluso más lejos. Utilizando sus habilidades seductoras, se aseguraba de que el profesor no pudiera apartar los ojos de ella.

Cada vez que se acercaba a su pupitre, se inclinaba de manera sugestiva, dejando entrever la curva de su espalda o el contorno de su escote. Y aunque para el resto de los alumnos esto pasaba desapercibido, Thomoe no podía resistirse a mirarla, imaginando lo que estaría oculto detrás de esa ropa ajustada.

Un día, Celeste decidió subir la apuesta. Durante una lección particularmente interesante, se acercó sigilosamente a Thomoe y, con un gesto atrevido, se bajó las bragas, brindándole un vistazo aún más íntimo. Era como si estuviesen jugando un juego peligroso de seducción, donde cada uno se desafiaba al límite, alimentando el fuego de su deseo mutuo.

Mónica, en cambio, desconocía por completo lo que sucedía detrás de escena. Era ajena a las miradas intensas y llenas de deseo que se cruzaban entre Thomoe y Celeste. Pero hubo un día en el que, por accidente, Mónica presenció uno de estos momentos íntimos.

No pudo creer lo que sus ojos estaban viendo. Quedó atónita, sin palabras, tratando de asimilar la situación que tenía frente a ella. «Estás loca», pensó Mónica, mientras trataba de procesar lo que acababa de presenciar.

La pasión desbordante entre Celeste y Thomoe se descontrolaba cada vez más. Celeste continuaba seduciendo al profesor, aprovechando cada oportunidad que se le presentaba.

Y aunque Thomoe intentaba resistirse a sus avances, era incapaz de hacerlo. La atracción entre ellos era demasiado poderosa. Finalmente, llegó el momento en que Thomoe decidió tomar medidas drásticas para satisfacer su deseo prohibido.

Con una voz seductora, le pidió a Celeste que trajera su silla y se sentara a su lado. Sumisa y excitada, ella obedeció al instante. Ahora, sentada junto a su profesor, la cercanía entre ellos era casi insoportable. La electricidad estaba en el aire y ninguno de los dos podía negar la pasión que ardía dentro de ellos.

Thomoe la miraba fijamente, con una sonrisa traviesa en los labios, mientras le preguntaba con provocación:

—Y dime, ¿qué no entiendes?.

Cada palabra pronunciada por él erizaba la piel de Celeste, quien buscaba cualquier oportunidad para tocarlo. Con un acto de valentía, tomó la mano de Thomoe y la colocó en su muslo, invitándolo a un juego aún más peligroso. La conexión entre ellos se volvió incontrolable, cediendo ante sus instintos más primitivos.

Mientras tanto, el resto del aula permanecía ajeno a la pasión desenfrenada que se desataba entre ellos. La impaciencia y el deseo llenaban la habitación, pero nadie se percataba de la confusa mezcla de peligro y excitación que los envolvía. Su mundo se redujo a ese momento, a ese encuentro prohibido, sin importar las consecuencias que pudieran enfrentar después.

La historia de Celeste y Thomoe se convertía en una danza de seducción y prohibición, llena de momentos intensos y desgarradores. Las líneas entre lo correcto y lo incorrecto se difuminaban, y ambos decidieron entregarse a sus instintos más oscuros y primitivos.

Mientras la pasión los consumía, la realidad se desvanecía y solo quedaban ellos dos, dejándose llevar por ese fuego ardiente que los unía.

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¿Qué crees que sucederá a continuación en la historia después de que Celeste y Thomoe se sienten juntos en clase? ¿Estás emocionado por descubrirlo?

¿Tienes alguna teoría sobre cómo terminará esta situación entre Celeste y el Profesor Thomoe? ¿Crees que tendrán un final feliz o enfrentarán consecuencias?

Continuamos...

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