24. Los misterios que asechan

Sebastian

Fue casi devastador ver como el cuerpo de Gia se desplomaba contra la mesa, haciéndose añicos muy pequeños por el imperioso contacto. Por suerte, no fueron demasiados los daños, a decir verdad, la veía bien físicamente, excepto por la conmoción que su rostro ahora mismo reflejaba ante la escena de Carlo clavándole una bala en el pecho al hombrecito de pocas pelotas en el suelo. Hubiese querido evitar que presenciara aquella escalofriante escena, pero consiguió salirse de mis brazos antes de poder evitarlo.

Al principio, fue como si la vida y la muerte se pasara delante de sus ojos a una velocidad impresionante. Fue un espectáculo tan aberrante para ella, que le produjo una arcada. Luego, llevo las manos a la parte baja de su vientre y desvió la mirada. No estuve demasiado seguro de lo que atravesaba su mente en ese instante o de la forma en la que lo asimila

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