No me sigas tentando

Lawson subió media hora después. Incluso había dejado que el supresor actuara sobre sí mismo para poder pensar mejor. Y había funcionado. Las feromonas de la loba que se aferraban como fieras a su piel ya no eran tan agresivas como antes. Y eso era bueno. Ahora podía controlarse y no hacer una locura.

Una vez delante de la habitación abrió la puerta que había dejado bien cerrada en caso que alguien se viera atraído por el olor de ella y para su suerte, el olor se había difuminado lo suficiente. Aunque son sabía si era por el supresor que había tomado.

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