—¿Qué dijiste? —La voz de Fernando se volvió fría.
Durante todos estos años, todos le han hecho caso, y no permite que nadie le contradiga.
Cuando llegué a esta casa, supe que él era el patriarca, la máxima autoridad, muy diferente a mi padre. Pasaron tres o cuatro años y seguía siendo el mismo; nadie podía desobedecerlo.
—Dije que no puedo ir —Mi tono era neutral, casi sin emoción.
Antes, siempre pensaba en lo bueno que había hecho por mí, pero ahora que la verdad salió a la luz, no quería seguir con las apariencias. Además, tenía la sensación de que esta situación tal vez también era culpa suya.
Daniel no me haría cargar con la culpa, pero con Fernando era distinto. Una exnuera no tenía el mismo peso que una empresa, y Daniel simplemente no se opuso.
—Camila, deberías saber que... —Su enojo creció al escucharme.
—Le debo a Daniel, y él me debe a mí; no le debo nada a la familia Castillo —Me recosté en la cama, mirando al techo.
—Y además, puedo desmayarme en cualquier momento. ¿Has r