CAPÍTULO 37
La castaña se marchó del apartamento dejándome completamente sola, limpié mis lágrimas con el borde de mi camisa, mientras que caminaba una vez más en dirección a la recamara de Bruno. Apenas entré, lo vi sentado en el borde de su cama, con la camisa desbotonada, y su cabello alborotado.
—Duerme un poco más… —Decreté acercándome a él para acomodar su camisa, sin embargo, el empresario agarró mi mano para detenerme. Sus dedos largos y fríos, terminaron de abrir el resto de prenda, la cual luego de algunos segundos cayó a un costado de la cama. —Bruno… —Susurré su nombre una vez sus labios capturaron aquella zona sensible de mi cuello, su lengua húmeda trazó un camino imaginario, hasta que llegó a mi clavícula.
Sus manos agarraron mis caderas para pegarme mucho má