22
Sollozo y vuelvo a esconder la cabeza, pero asiento con duda. Siento sus miradas sobre mí, pero no quiero mirarlos a ninguno. Me odiarían cuando lo supieran. Al diablo, yo misma me odio.
—Me trajeron y me hicieron un cacheo. Me arrojaron a una celda y me dejaron allí. Me dieron ropa, un sujetador deportivo y unos pantalones cortos, y una manta. Me alimentaban una vez cada tres días y me daban una botella de agua cada dos. Estaba sola en la celda, pero los guardias venían seguido. Les gustaba torturar y abusar. Beck, esto no te va a gustar, pero necesitas escucharlo. Me presionaban plata en la piel al azar o ponían acónito en alguna comida para enfermarme. Siempre estaba en alerta, nunca me sentía segura porque no sabía cuándo vendría el siguiente castigo. Les gustaba azotarnos. Si gritabas o cerrabas los ojos, volvían a empezar la cuenta. Me golpearon hasta que les dije mi fobia. La única cosa que me destruye, y la usaron en mi contra. Los lugares pequeños y oscuros. Me encerraron