Celeste
Sentía una energía densa, antigua, vibrando en mi interior. Me sentía viva como nunca antes, como si esto fuera lo correcto y siempre hubiera debido tener poderes. Pero mi cuento de hadas se esfumó cuando Eva gritó.
—Debieron haber sentido el poder —anunció Fabrizio con voz baja y tensa.
—¿Quiénes? —pregunté.
—Son humanos —respondió Eva, mostrando sus colmillos. Jamás la había visto así, como una verdadera vampira—. Y están armados.
Elías gruñó junto a mí, una mezcla de advertencia y furia. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba convertido en lobo.
—Son cazadores. Y están aliados con Valerius, no hay duda.
—¿Cazadores? —susurré, aterrada. Había oído muy poco sobre ellos. La compañera de Fabrizio pertenecía a un grupo que perseguía vampiros. Pero sabía que, más allá de Ciudad Ónix, los humanos se protegían contra los lobos y los cazaban como animales.
—Tenemos que salir ahora —insistió Eva, asomándose por una puerta lateral.
—No podemos dejar que tomen el templo.