Mamá Emma, no queriendo estar presente en la conversación, caminó hacia la puerta y desapareció unos momentos después. Emma, sin prisa, cogió el teléfono y contestó la llamada.
- Si, ¿hola?
– Emma, ¿llegaste bien a casa?
- Sí !
– Y dime, ¿qué pasa?
– No podrás entenderlo, Amélie.
– Sí, creo que puedo entenderlo.
-Bueno, era William.
–¿Guillermo? ¿Lo has visto?
– Sí, también estaba en el centro comercial.
– ¿Y cómo lo reconociste?
– Escucha, Amélie, no había ninguna diferencia entre su apariencia real y la que había visto online. Llevaba la misma ropa que en una foto que me envió.
– ¡Ahora lo entiendo! ¿Pero por qué no te acercaste a él?
– No pude hacerlo.
- Para qué ?
–Porque no habíamos planeado encontrarnos en el centro comercial.
- Tienes razón ! Pero ahora que estás de vuelta en casa, ¡deberías escribirle!
-Quiero, pero aún no estoy de humor.
– Quizás esa sea una buena razón para perder el buen humor, de lo contrario ¡no sé qué podría ponerte de mal humor!
De repente la puerta se