51. Terracina
Sebastian
Recordé el instante en que Isabella cumplió la mayoría de edad. Lo hizo estando bajo los efectos del alcohol y sonriendo bajo mis sábanas.
No me malinterpreten.
Si quiera fui capaz de tocarle una hebra de cabello ese día.
Sus mejillas estaban rosadas bajo un suave mechón de cabello marrón, y aunque sus preciosos ojos redondos me advirtieron del denso huracán que se avecinaría si sucumbía, lo hice a pesar del riesgo.
Sucumbí sabiendo que las consecuencias de ese amor no tardarían en hacerme perder la cabeza.
Justo como ahora.
Tuve que aferrarme con fuerza a la carrocería del auto para no perder el equilibrio.
Cuando dejé de tener comunicación con Rigo advertí el peligro demasiado rápido. En seguida, Luigi se encargó de rastrear el vehículo y dieron con él a las afueras de un parque.
Justo por donde pasaba el rio Tiber.
Veinticinco minutos fueron suficientes para descubrir que el corazón de mi jefe de seguridad y gran amigo, aún latía; sin embargo, había perdido suficiente san