Capítulo 5

Khubilai Ilk vio a los hombres alejarse del campamento y de inmediato supo que todo ese peligroso malentendido tenía algo que ver con su hija, la quinta señorita. ¡Tanto que le había advertido no hacer nada por evitar su futuro matrimonio y ella terminaba cometiendo semejante locura!

Khubilai Ilk caminó por los pasillos despejados y llenos de arena y polvo mientras buscaba a su hija en el patio de la señora anciana, pero no estaba allí. El hombre estaba enojado, pues no se trataba en sí de una deshonra por haber cometido un simple error, era algo mucho más peligroso. No solo la cabeza de él mismo peligraba, sino también las de todo el campamento, sus hijas, sus esposas, sus hombres.

—¡Erzhene! —llamó cuando entró a la tienda de la madre de su sexta hija. Si el rotulo de Erzhene había sido enviado en lugar de los documentos de Alimceceg, era porque no solo la quinta señorita estaba involucrada, sino también la sexta.

Erzhene corrió a recibir a su padre con una sonrisa en el rostro, pero el hombre la tomó del brazo con fuerza y la arrastró hasta el interior de la tienda de la madre de ella, la señora Delbee, una hermosa mujer perteneciente a la tribu Sekiz Oghuz.

La señora Delbee se encontraba dentro de la tienda sentada en su asiento mientras bordaba algún modelo en telas. Pero al verlo entrar lo dejó de lado.

—Mi señor, ¿Qué está ocurriendo? —preguntó cuando vio el agarre que hacía Khubilai Ilk sobre Erzhene—, ¿pasa algo malo con mi hija?

—¡Pasa que no la enseñaste correctamente! —gritó enfurecido—. Tú hija es una niña malcriada que solo sabe dar problemas.

—¡Padre! —reprochó Erzhene al borde del llanto.

—Mi señor, ¿qué error cometió Erzhene? Lo que sea que ella haya hecho estoy dispuesta a pagarlo en su lugar.

—¡Ese es el problema, que ella nunca paga por los errores que cometió!

—¿Pero ¿qué sucedió? —volvió a preguntar

—¡Tu querida Erzhene envió su rotulo al khan Karluk, pero como era de esperar se dieron cuenta! —gritó—. Ahora mi hermano tendrá bases para empezar a desconfiar de mí.

La señora Delbee miró a Erzhene buscando saber si ella en realidad había hecho lo que el Khubilai Ilk decía y ante la respuesta afirmativa, apretó la mandíbula con enojo.

—¡Y tú ni siquiera lo sabías! —gritó con burla Khubilai Ilk

—Mi señor, dejemos que Erzhene diga lo que ha ocurrido —solucionó nerviosa.

El Khubilai miró a Erzhene con enojo.

—¡Habla!

Erzhene se quedó en silencio por unos momentos mientras pensaba en algo para sacarse del todo la culpa y el enojo de su padre.

—¡Fue Alimceceg! —dijo apresuradamente—. Ella me amenazó y dijo que, si no enviaba el rótulo en lugar de ella, iba a… iba a… —rebuscó en su cerebro alguna excusa que sonara creíble—, iba a decirle a Khojin que me golpeara.

—¿Dónde está Alimceceg? —interrogó el Khubilai Ilk a la señora Delbee.

La mujer sonrió medianamente y negó con la cabeza.

—¿Cómo podía saber el paradero de ese par de monstruos? —respondió con sorna.

El Khubilai Ilk rodó los ojos antes de mirar a Erzhene.

—¿Dónde está tu hermana? —interrogó nuevamente.

—No lo sé, debe estar en el primer patio con la abuela o en el campamento de los hombres acompañando a Khojin en sus peleas.

—Bien, enviaré a alguno de mis hombres a buscarla, pero esto no ha acabado contigo, Erzhene… Esta vez si te castigaré.

—Busca a tu hermana y tráela aquí —ordenó a Erzhene.

—Sí, padre —aceptó

Erzhene salió de la tienda de su madre para buscar a su hermana, pero no tuvo que recorrer el resto del campamento, pues vio a Alimceceg ingresar al patio de la señora anciana.

—¡Alimceceg! —llamó Erzhene.

La quinta señorita se detuvo en cuanto escuchó los gritos de su hermana.

—¿Qué ocurre? —respondió.

Erzhene corrió hasta llegar al lado de Alimceceg.

—Alimceceg, padre te llama

—¿Para qué?

—No lo sé, pero está muy enojado —mintió.

Alimceceg suspiró nerviosa y siguió a su hermana hasta la tienda de la señora Delbee. Entró a la tienda tras escuchar la afirmación del Khubilai Ilk.

—Padre, escuché que me llamaba

El Khubilai Ilk se levantó de sonde estaba sentado y avanzó lentamente. Alimceceg sabía lo que seguía a continuación, ya se sabía de memoria el protocolo de castigo que seguía su padre. Cerró los ojos esperando recibir una bofetada, pero nunca llegó. Sorprendida por la extraña actitud de su padre, decidió abrir los ojos y mirarlo directamente.

—Fuiste demasiado lejos esta vez, Alimceceg —advirtió—. Cada golpe es para ti un incentivo más para hacer lo que quieres… Por eso, no te golpearé más, dejaré que tú misma veas los resultados de obrar precipitadamente y sin pensar.

—Padre, usted debió intuir que iba a hacer algo al respecto.

La señora Delbee bufó antes de contrariar la disposición del Khubilai Ilk

—Esposo, las hijas de esta familia deben ser educadas con estricto control, pero Alimceceg ha ido más allá de lo aceptable, debería darle un castigo más que ejemplar —siseó mientras miraba a Alimceceg.

—Señora Delbee, usted más que nadie debe saber que esta familia es un ejemplo a seguir, y la segunda más importante de la tribu… pero Erzhene tienen tanta culpa como yo. Si padre es justo y sigue las reglas ancestrales de la casa Batun, entonces debe castigarnos a ambas, no solo a mí —respondió con una simple sonrisa en el rostro.

—Niña, tú… —señaló enojada—. Mi Erzhene es una víctima de este monstruo desastroso, mi niña es débil y no resistirá el castigo, Khubilai Ilk —sollozó falsamente.

—Padre, acepto haber implantado el rotulo y retrato de Erzhene en lugar del mío. Usted sabía que no quería este matrimonio y le advierto, no descansaré hasta lograr deshacerme de esa humillación a la que me quiere someter… No me casaré con ese príncipe estúpido.

Erzhene giró el rostro hacia ella y luego hacia su madre, pero ninguna de las dos entendió lo que había dicho la quinta señorita.

—¿Príncipe estúpido? —preguntó Erzhene con expresión confundida.

—Sí, el príncipe por el que morías por casarte es en realidad un príncipe discapacitado, es cojo, ciego y además es repudiado por el khan Karluk… —expresó con burla—. ¿Creíste que si ese príncipe fuese alguien importante te habría dejado enviar el rotulo? Erzhene, fuiste una completa estúpida al confiar en mí —dijo con una sonrisa de satisfacción. No había nada más complaciente para ella que ver esas expresiones de enojo en los rostros de sus hermanas.

—Eres una traidora, Alimceceg —respondió con aparente sorpresa—. ¡Eres malévola y odiosa!

—¿Apenas te das cuenta? Mis hermanas mayores no me soportan, no les caigo bien a ninguna, en cambio tú aun no habías probado de lo que soy capaz.

—De hecho, lo sabía, pero no pensé que fueras tan egoísta.

Alimceceg sonrió medianamente.

—Incluso cuando pueda llegar a parecer egoísta, te aseguro que no lo soy… Después de todo eras tú la que quería al príncipe. Tu eres egocéntrica, egoísta y ególatra o cualquier otro adjetivo que empiece con ego —respondió con simpleza—. Tú siempre tuviste la atención del Khubilai Ilk y por eso consideraste que merecías lo mejor…

—¡Tú me envidiabas! —exclamó Erzhene.

—¡Sí! —gritó—. Te envidié porque padre te consentía.

El Khubilai Ilk se desesperó mientras escuchaba la pelea de sus hijas, negó en repetidas ocasiones y habló con voz atronadora, logrando captar la atención de sus dos hijas:

—¡Silencio! —exigió disgustado—. Alimceceg, sal conmigo por un momento —ordenó a la quinta señorita y mirando a Erzhene procedió a dar otra orden: —Tú eres una malcriada, ve a la tienda de reparación filial y arrodíllate allí todo el día, luego de eso deberás escribir doscientas veces la siguiente frase: El prestigio de la casa Batún es irrompible y la deshonra no es una opción, morir antes que ser doblegados es nuestra canción.

—Padre, no puede hacerme esto —reprochó Erzhene antes de que el Khubilai Ilk saliera de la tienda.

Afuera, el hombre se instaló frente a su hija. Tal vez por primera vez en muchos años la vio como su propia hija. En ese momento fue consciente que la quinta señorita ya era una mujer y que de la niña tímida y llorona que tenía en su vieja memoria ya no quedaba nada. Pero eso no fue lo único que percibió, sino que el carácter de Alimceceg era idéntico al de su madre.

—Alimceceg, ¿sabes quien eres?

—Soy la quinta señorita de la casa Batún, la hija de la señora Khorgonzul, una noble perteneciente al clan Ashina, a quien asesinaron cruelmente para acabar con el niño que ella llevaba en su vientre —respondió con firmeza.

—¡Tu madre no fue asesinada! —reprendió el Khubilai Ilk—. Ella se volvió loca, una demente que acabó con su vida.

—¡No lo creo! Mi madre podía ser lo que usted quiera, pero una mala madre nunca fue, así que ella no pudo haberse matado aun sabiendo que llevaba a su hijo en el vientre.

—No digas tonterías, Alimceceg… Sabes qué clase de sangre corre por tus venas, pero aun intentas pasarlo por alto. No lo sigas haciendo, porque juegas con fuego.

—¿Qué quiere decir?

—Que estás poniendo en riesgo la vida de todo el campamento por tus juegos de niña. Por esto puede empezar la división entre la casa Batun y la casa Dorje de mi hermano. —advirtió—. Quiero que te cases con ese príncipe, no hay otra forma de demostrar la inocencia de nuestra casa que entregándote a la casa real Tsagaandorj perteneciente a los Karluks.

—Padre, debe haber una forma para impedir este matrimonio… Por favor, no me obligue a humillarme de esta forma.

—Alimceceg, no hagas esto por mí, hazlo por las vidas del campamento, por la vida de tu abuela —aconsejó.

—Padre, debe haber otra alternativa.

—No la hay, por lo menos de nuestra parte no hay nada más que hacer.

—¿Y de parte de la casa real Tsagaandorj? ¿No pueden cancelar este compromiso? —preguntó con ilusión.

—Ellos podrían, pero las posibilidades de que lo hagan son nulas si tenemos en cuenta que fueron ellos quienes pidieron tu mano para Tuva Eke tegim —argumentó—. Solo te pido una única cosa: no pongas en riesgo la vida de los integrantes de este campamento. Son cerca de cien personas las que viven aquí, así que no lo hagas, no juegues con sus vidas. ¿entendido?

—Entendido.

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