— Aquí no se permite la entrada a cualquiera. — dijo uno de los más corpulento de los Crips que allí se encontraban.
— Lo veo, aquí solo se permiten escorias como ustedes. — rebatió sonriendo Saimon Berlusconi Santoro.
— ¿Qué has dicho? — grito un pandillero y acto seguido tomo un taco de billar.
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