Una amenaza
-Los valores están estables. -Cano anotó algo en un cuaderno gastado, sin levantar la vista. -El color volvió a tus mejillas y los remedios finalmente surtieron efecto.
Lía asintió mientras se acomodaba la bata sobre los hombros. El aire fresco que entraba por la ventana abierta le acariciaba la piel, pero ya no le calaba los huesos como antes.
-¿Y puedo salir un rato? -Preguntó, tanteando el terreno.
Cano le dedicó una media sonrisa, de esas que no tenían nada de galantería pero sí una sinceridad reconfortante. Le tocó el pulso y le pidió que respirara hondo. Asintió varias veces mientras murmuraba para sí, sin darle mayor explicación.
-Dije que los remedios están funcionando, pero tu cuerpo respondió incluso mejor de lo que esperaba. Eres una bestia terca, Lía.
Ella rió apenas.
-Me lo han dicho antes.
-Aun así. -Añadió, mirándola con más seriedad. -No abuses. Puedes caminar, moverte, salir un poco si quieres… pero nada de correr ni de ponerte a cargar a los tres cachorro