POV: Carttal Azacel
Me subí al auto en silencio.
Ellos ya estaban dentro. Sentados en sus asientos, con los brazos cruzados y la mirada fija en la ventana, como si yo no existiera.
Y eso…
Eso me mató.
Liam, Isabella, Noah…
Mis hijos.
Los mismos que antes se peleaban por sentarse en mis piernas, los que me esperaban despiertos para que les contara un cuento o los cargara en brazos cuando fingían estar dormidos.
Ahora estaban ahí.
Tan cerca de mí…
Y, al mismo tiempo, tan lejos.
El silencio dentro del auto era pesado.
No se escuchaba ni el sonido de su respiración.
Y yo tampoco dije nada.
Porque no tenía derecho a exigirles nada.
Los observaba por el espejo.
Noah miraba sus manos.
Isabella apretaba la mochila contra el pecho.
Liam tenía la mandíbula tensa.
Todos dolidos.
Todos heridos por mi ausencia.
Y aunque yo hubiera regresado con el alma rota, con ganas de abrazarlos y pedir perdón…
Sabía que las heridas no se curaban con solo volver.
Cuando llegamos a la mansión, el chofer se bajó