DAVID
Me dirijo hacia la cocina, mis pasos se detienen en seco antes de entrar cuando veo a Andrea parada frente a la mesada. Mis ojos se abren más ante esa imagen suya. Se ve radiante con esa falda que lleva puesta, sus piernas largas se notan mucho y de repente una oleada de algo se instala dentro de mí.
—¿Saldrás? ¿A dónde?—pregunto al pasar a la cocina. No la veo, de hecho hago como si no la notará.
Paso por su lado y me dispongo a abrir uno de los cajones, saco un sacacorchos.
—No pensé que estuviera en casa ya —manifiesta ella, a mi espalda.
Me tomo mi tiempo para girarme, mientras busco espero que diga algo más, sin embargo, no lo hace. Así que me muevo a la alacena donde tengo almacenadas las botellas de vino.
—¿No crees que ya es tarde para salir? —indago, luchando por disimular mi coraje.
¿Qué estoy haciendo? Sono cómo un padre o pueda que hasta peor que uno, como un novio.
También me tardo un poco para elegir una de las botellas, ya sé por cuál venía, pero solo quiero hacer