UNA CENA A LA LUZ DE LAS VELAS

Anastasia

Después de ese intenso beso con Damien y su pequeña confesión de que no ha dejado de pensar en mí, coloco mi mano sobre mi corazón en un intento por tranquilizarme, dado que éste parece estar fuera de control y temo que mi acompañante sea capaz de escuchar el retumbar de él.

—¿Entonces no sabes cocinar? —inquiere Damien después de varios minutos de permanecer en silencio.

—No.

—¿Cómo es posible que sigas viva? Yo no puedo vivir sin llevar un buen bocado de comida a mi boca.

—Mi na… alguien cocina para mí Damien —me corrijo antes de hablar de más y provocar que la curiosidad de Damien se dispare en esa cabecita suya.

—¿Quién? ¿Tu amigo el malencarado? —inquiere soltando un resoplido y solo por qué no puedo verlo, pero estoy casi segura de que puso los ojos en blanco al decir esto.

—No. Recuerda… que tengo unos pequeños restaurantes por lo que es imposible que muera de hambre —le miento.

—Es verdad lo había olvidado. ¿Entonces supongo que mi cena no será tan magnífica como la
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