Capítulo 9

Tyler

Entré a los casilleros de los empleados del restaurante, para un nuevo día de trabajo, estaba agotado por todos los turnos extras que había tomado en la última semana, pero feliz porque al final conseguí todo el dinero que necesitaba Megan.

—Tienes una sonrisa bobalicona, por lo que intuyo que estabas pensando en la futura madre mis hijos —aseguró Will,  tan pronto me vio y es que mi amigo siempre había tenido un pequeño flechazo con mi hermana, solo que ella no le correspondía—. No es que quiera arruinarte el día, pero el jefe te está buscando.

Di un suspiro desganado.

—¿Tienes idea para qué me necesita?

—La verdad no, pero aquí está el cliente que atendiste la pasada anoche en el reservado, ¿hiciste algo para que el hijo de papi se molestara? —preguntó Will, con un deje de preocupación.

Negué, atendí bien a la pareja, a pesar de mi pequeño shock inicial por mi parecido con el hombre, incluso me dejaron una buena propina con la que completé el dinero para Meg..

 Me cambié rápidamente, colocándome el uniforme, incluido el delantal negro, peiné mi cabello gastando una cantidad considerable de gel para el pelo y caminé hacia la oficina del señor Stanfort, suspirando fuertemente y elevando una pequeña plegaria antes de tocar la puerta dos veces.

La estridente voz de mi jefe se escuchó del otro lado de la puerta, seguido de un “adelante”, tragué la saliva acumulada en mi boca y giré la perilla para entrar a la elegante oficina.

 —Adelante,Tyler. —Mi jefe se levantó de su silla de cuero, su mirada vagando de mí al hombre frente a él—. El señor Shields quiere conversar contigo. —Tragué en seco.

—¿No le gustó algo del servicio? —indagué, porque la duda me estaba carcomiendo, vi cómo Shields hizo una señal al señor Starnfort y este salió de la oficina.

Una vez la puerta se cerró, el señor Shields dejó el vaso con alcohol que tenía en la mano sobre el escrito rio y se levantó de la silla, metió la mano en su bolsillo y caminó hacia mí, girando a mi alrededor.

—Le pido disculpas, si para usted, algo del servicio estuvo mal —pronuncié lo primero que se me ocurrió.

—Si algo en el servicio hubiese estado mal, como dices tú, no tendrías este trabajo, Brown… Tranquilízate, no estoy aquí para poner una queja sobre tu asistencia.

—E… Entonces... —Carraspeé—. ¿Para qué está aquí, señor?

—Bueno… —Se detuvo frente a mí y, nuevamente era como estar viéndome en un espejo—. Creo que has notado que somos bastante parecidos… Eso me ha causado curiosidad, ya que estoy completamente seguro de que soy hijo único, mi madre murió cuando me trajo al mundo y, aunque mi padre no es un santo, estoy noventa por ciento seguro de que no ha dejado embarazada a ninguna de las mujeres que se folla… ¿Qué edad tienes?

—Cumplo veintinueve en noviembre. —Tomó una carpeta que estaba en el escritorio, bebió el contenido de su copa de un solo trago y abrió el fólder—. Tyler, ¿verdad? —Asentí—. Tienes una hija. —Esta vez no era una pregunta—. Una hija enferma.

—No sé qué está buscando con todo esto, señor, pero no le permito a nadie que se inmiscuya en mi vida privada —contesté a la defensiva.

—Tienes potencial. —Rio sardónicamente y cerró la carpeta—. Me gusta.

—Y a mí me gustaría que me dijera qué se le ofrece, señor —sentencié con un poco más de fiereza de la que debía, no quería perder mi trabajo, no podía perderlo, pero odiaba que se metieran en mi vida personal—. Sé que no está aquí para averiguar sobre mi vida o la vida de mi hija.

—Exacto, Brown —exclamó—. Realmente, tu vida personal me importa tanto como el deshielamiento de los polos. —Caminó hacia la silla del señor Stanfort juntando sus manos —. Estoy aquí porque quiero proponerte un negocio.

—¿Qué tipo de negocio? —repliqué a la defensiva.

—Uno fácil —explicó—, uno que cambiará tu miserable vida.

—Con el debido respeto, usted no me conoce lo suficiente para saber si mi vida es o no es miserable, y en caso de que lo sea, le repito, no es de su incumbencia.

—Tienes razón. —Tomó un esfero—. Solo supongo que la vida de un mesero de restaurante no es un vidón.

—Me da para vivir cómodamente —aclaré rápidamente—. Soy una persona honrada y trabajadora.

—Cuando el pan se escapa por la puerta, la honradez se va por la ventana —señaló él con altivez—. Como dije… es solo un negocio, Brown, te ofrezco bienestar, salud y dinero como para que no tengas preocupaciones en lo que te queda de vida.

—¿A cambio de qué? —Me permití ser arrogante.

—A cambio de que tú vivas mi vida… Por catorce meses.

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