Como ocurre la mayoría de las noches me congele en mi habitación y por ello, tome unas cobijas y me dirigí hacia la sala.
Para llegar a la sala debí pasar por las habitaciones y la de Federico, no pude evitar escuchar gemidos que provienen de su cuarto. Es evidente lo que está haciendo con Amanda.
Los ignoré y me acerqué a la chimenea, la encendí y luego me recosté en el sofá, arropada con mi cobija. Esto es gloria comparado con mi cama pequeña y la habitación helada.
Es increíble la ironía la esposa en el sofá y la amante en la cama acostándose con el esposo aunque yo no lo considero mi esposo. Mas bien un monstruo y un tipo que me provoca solamente asco.
Nunca me fijaría en él y nunca podría quererlo, no después de todo lo que me ha humillado.
No estoy segura de cuanto tiempo me dormí, creo que fueron dos o tres horas, pero fui despertada a la madrugada cuando me percaté de que alguien me destapó y unió sus labios a los míos en un beso.
—Te amo demasiado
Cuando abrí los ojos me perca