Persecución

Alejandra estaba tardando más de lo usual en conectarse. Para matar el tiempo, jugué en el teléfono. Durante la partida, un jugador comenzó a insultar al equipo y nos llamó inútiles. En otra partida, un loco nos ordenaba qué hacer como si fuéramos sus súbditos y, en consecuencia, nadie le hizo caso. Para su desgracia, perdimos y derrochó todo su arsenal de groserías. Me pregunté, luego de cerrar la aplicación: «¿Por qué se toman tan a pecho un videojuego? ¿Será que en sus vidas se sienten tan insignificantes que dependen de una realidad virtual para su bienestar emocional?». Me resultaba absurdo, pero los videojuegos existen para entretener y desahogarse. En ocasiones, incluso, son un reflejo de nuestro verdadero ser.

Fui al balcón, la luna emergió de una nube como si fuera una película de terror, en cámara lenta. Las e

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