El número 8184

(1 semana después de Ibiza)

Si alguien me hubiera contado todo lo que ese fin de semana pasé en Ibiza, no me la hubiera creído, aunque tal vez he llegado a pensar que haciéndole honor a mi signo zodiacal, géminis, hay un Javier diferente y un poco más atrevido que ahora quiere salir a jugar y lo ha empezado a hacer de la mejor forma en la tierra donde todo es diversión y fiestas.

Sin embargo, ahora de regreso deseo seguir en este juego que empieza a invadir mis pensamientos a todo momento del día, pero aún debo averiguar como hacer para que Candela llegue a mi piso y no otra mujer como la vez pasada. Sin tener ya vergüenza a nada marco el número de Manuel y espero paciente a que me conteste, sé que no es para nada urgente pero entre más rápido sepa como hacer para que Candela llegue, mejor.

― ¿Diga? – contesta.

― Manuel, sé que estás ocupado pero necesito preguntarte algo que tal vez te parezca raro.

― Sí me coges ocupado tío, pero si esto es rápido con gusto lo hago.

― Bueno, llamaré al número mágico pero no quiero que me llegue otra chica, quiero a una en específico ¿sabes cómo hacerle?

― ¡Que no tío! – me contesta – Ya te dije que no sé como hacer eso, yo sólo disfruté lo que llegaba y ya. Pregúntale a otra persona.

― ¿Cómo a quien? ¿Antonio Banderas?― digo sarcástico y él se ríe.

― Mira tío, ya te dije que el que se enamora pierde, mejor acepta lo que te toque la puerta y ya... ellas pueden ser quién tu quieras, hasta la misma Candela, ahora me voy que tengo que entrar a un lugar y no permiten móviles – y me cuelga.

¡Joder! Para que quiero amigos así si no me ayudan en nada. Camino por mi piso tratando de pensar que es lo que puedo hacer para volver a verla, sé que Manuel me dice que no me enamore, pero no lo estoy haciendo, sólo me gusta mucho y si voy a pagar lo que pago para una noche así, quiero que sea con ella.

Me siento sobre el sofá y comienzo a revisar mi correo tratando de distraerme ¿Cómo hacer para que sea ella? ¿Cómo puedo hacer para qué sea ella? Me repito mientras voy archivando y borrando correos, hasta que la respuesta llega a mí al ver el correo del contrato que tuve que firmar para poder estar con ella.

Lo abro y lo leo de nuevo de principio a fin, vuelvo a recordar las reglas y las tarifas hasta que me percato que en la parte de arriba bien un número que no es igual al del contrato.

― ¡Claro tío! – digo emocionado. Veo la hora y me doy cuenta que ya es una hora apropiada para llamar, aunque creo que siempre es apropiado.

Tomo mi móvil y marco de inmediato, cuando escucho la voz de la persona que contesta sin saludar digo – Número 8184.

― ¿Misma dirección? – confirma.

― Sí, misma dirección – y escucho que cuelga.

¿Lo habré logrado? ¿Será ella la que viene? Sé que tengo 30 minutos para arreglarme así que cierro la computadora y guardo todo, debo arreglarme y esta vez será el hombre atractivo y seguro quien la reciba, no el niño temeroso de la vez pasada.

Unos minutos después alguien toca a mi puerta y Candela llega de nuevo, se ve hermosa, esta vez trae un vestido blanco entubado, con una abertura en una de sus bien trabajadas piernas, resaltando su figura completamente, su cabello esta amarrado hacia arriba con pequeños caireles cayendo ligeramente a la altura de sus orejas, unas arracadas doradas le hacen juego y los labios rojos resaltan su hermoso rostro de una manera espectacular.

Entra y cuando pasa a mi lado me cierra un ojo provocándome, su perfume, que aún sé cuál es, me hechiza de nuevo y me trae recuerdos de la primera vez que estuvimos juntos y de esa noche en Ibiza donde bailamos juntos; su andar es tan sensual que no me molestaría caminar detrás de ella por el tiempo que ella quisiera.

―Parece que me encontraste de nuevo... Javier – y al decir mi nombre voltea la cabeza para verme encima de su hombro.

― Si lo quiero, me lo propongo – contesto – y te quiero a ti – y cierro la puerta para estar de nuevo a solas con ella.

―Te siento diferente – confiesa – te veo más, seguro, parece que Ibiza te ha cambiado un poco.

― Tú, me haz cambiado, no sé si de para algo bueno o algo malo – y me río ligeramente.

Ella se da la vuelta y camina de nuevo hacia a mí, sus hermosos pechos se enmarcan en ese escote que le queda a la medida, si pudiera enumerar la partes que más me gustan de ella los pechos serían el número dos, sus labios la uno. Candela se muerde el labio inferior y después besa los míos tomando mi rostro primero con su manos y atrayéndome hacia ella. Su beso me sabe a gloria mezclado con lujuria, comienza a encenderme de maneras que no conocía, sintiendo sensaciones que nunca había sentido con nadie, recordando ese sabor a cereza que me dejó toda la noche en Ibiza. Los movimientos son lentos, seguros y para terminar muerde mi labio inferior y se aleja dejándome en las nubes.

― Lo malo a veces es bueno ¿sabes? – me comenta – Sólo tienes que saber cuáles son los límites.

― Y tú Candela ¿Tienes límites? – contesto sensual y luego la tomo de la cintura para besarla de nuevo, esta vez yo lo hago con un poco más de urgencia.

Ella comienza a subir sus manos por mis brazos, acariciándolos y apretándolos ligeramente un poco, después recorre mis hombros para llegar a mi cuello y posicionar sus brazos ahí. Sigo besándola, no quiero dejar de hacerlo, nuestros labios se coordinaron a la perfección haciendo que el beso se alargue por unos minutos más, hasta que nos alejamos de nuevo, mi pecho esta completamente agitado, como si ella me hubiera robado completamente la respiración. No sé si ella haya tenido mejores besos que este, pero para mí este ha sido el mejor de mi vida.

―¿De casualidad tienes algo de beber? – pregunta ella mientras arregla el cuello de mi camisa.

― Sí, tengo vino ¿te gusta el vino? – digo emocionado, supongo que por el beso que le acaba de dar.

― Me encanta le vino – contesta.

Me alejo y camino a la cocina mientras busco la botella vino de la vez pasada y tomo un par de copas. Candela se sienta en el sofá, al cruzar la pierna puedo ver un poco de su muslo, es evidente que ella está diseñada para seducir y sabe lo que hace. Me acerco con ella con las dos copas en una mano y con la botella en la otra, cuando llegó mi sonríe sensual, con una de sus manos toca el sillón para que me siente a su lado, lo hago de inmediato.

―¿Acabas de regresar de Ibiza? – le pregunto haciendo conversación.

Ella se queda en silencio y me sonríe ― ¿No puedes hablar de otros clientes? – pregunto tranquilo. El sonido del corcho saliendo de la botella se escucha al fondo, debo dejarlo que respire, así que lo dejo sobre la mesa de la sala y luego me recargo en el sofá, uno de mis brazos me sostiene mientras el otro comienza a tocar su pierna suavemente – No te estoy preguntando nada que te haga confesar algo de ellos ¿o sí?―.

― No, no puedo hablar de ningún cliente Javier, pero si te puedo decir que Ibiza fue genial y que amo ir allá ―.

La tensión entre los dos es evidente, ella se encuentra perfectamente sentada sobre el sofá a una distancia que nos beneficia a ambos ― ¿Por qué haces esto? – pregunto.

― Me agrada el sexo, me divierto, conozco lugares, me pagan bien así de simple, y ¿tú? ¿Por qué decidiste hacer esto? Una amigo te dijo que era genial y te dio curiosidad – se muerde el labio.

― Algo así – le susurro y dejándome llevar por el deseo acerco mi mano a su rostro y la invito a que me bese de nuevo. Esta vez la mano que acariciaba su pierna sube inmediatamente a su cintura pegándola un poco más a mí. Nuestro beso vuelve a ser largo, me encanta que sus labios rojos no se despintan y mantienen su color a pesar de todo.

Nos separamos y ella vuelve a sonreír – Dime que soy bueno besando – le pido.

― Eres excelente besando – y toma la copa de vino que estoy sirviendo. Yo tomo la mía y brindamos, después ella da un sorbo mientras me ve a los ojos.

― ¿Sabes quién soy cierto? – le digo seguro.

― Sí, desde la primera vez que te ví supe quien eras, no eres muy difícil de reconocer, tengo una clienta que le gusta que le haga sexo oral mientras ve tu fotografía.

El comentario es tan inesperado que el vino que el sorbo de vino que estoy tomando sale de mis labios directo a la copa y después comienzo a toser, ella se ríe y su sonrisa es tan bonita que me da vergüenza lo que acaba de pasar ― ¿Qué te impactó más, que fuera una mujer o que fuera tu fotografía? – y toma un poco de vino aún con la sonrisa.

―¿En verdad no te da pena hablar de todo esto tan libremente? – pregunto tratando de contenerme.

― No, es mi trabajo, ya te lo dije, puedo ser lo que tú quieras y eso aplica a todos los que piden el servicio, a ella le gusta tu rostro en el sexo oral, así que créeme que te he reconocido.

― ¿Y cuál es la que más te gusta? – pregunto curioso – O está en las reglas que yo no pueda saber qué te gusta a ti.

― No, te puedo contestar, la fotografía que más me gusta es las que sales en traje―¿Ah sí? – y le guiño un ojo.

― Sí, porque te ves atractivo, me dan ganas de tocarte y besarte – y toma otro poco de vino.

― ¿Me enseñas a tocar y a besar? – le digo de inmediato.

Candela deja la copa de vino sobre la mesa y se pega un poco más a mí, puedo sentir sus pechos rozando el mío, su perfume de nuevo llega a mis sentidos ― ¿Qué perfume usas? – le murmuro mientras sus manos comienza a desabrochar el cuello de mi camisa.

― Ange au demon de givenchy – me dice bajito ¿Crees que con este aroma pueda llegar al paraíso contigo? ―  y comienza a besar mi cuello.

― O llévame al infierno, no me importa – le digo excitado.

Candela termina de desabrochar mi camisa y después acaricia mi pecho con sus manos encendiéndome por dentro, se acerca a mi oido y después de morder el lóbulo de mi oreja murmura ― ¿Listo para la lección? ¿Serás un buen alumno? – y regresa a mi lóbulo para besarlo sin piedad.

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