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La ley que nos atrapa
La ley que nos atrapa
Por: Iraya Baute
Prologo: el inicio 1.

Narrador:

Esa mañana nada hacía sospechar lo que iba a ocurrir horas después, en la residencia familiar de los Lascalles, en las afueras de Cairfilli. El silencio y la tranquilidad, era la tónica en las diferentes habitaciones, que rodeaban a la tradicional y elitista familia.

En ese momento, Lord Lascalles, el padre de Vermont, William, y Daisy se estaba reuniendo con sus dos hijos mayores para explicarles, la nueva estrategia que planeaba, como su padre, para fortalecer a la familia, tras las desgracias repentinas que los rodeaban.

-” Crees que ella estará de acuerdo, padre, Daisy lleva semanas extraña, apenas sale de su habitación, y ha aparcado todas las reuniones que tenía para estas navidades.”- dijo William, el único de los hermanos que sentía algo, poco definido, por su hermana pequeña.

Los Lascalles era la típica familia noble que continuaban con los valores familiares de prestigio, elitismo, y poder que, por tradición, llevaban pasando de generación en generación, desde la época victoriana.

Todos los Lascalles se movían por beneficios propios, y prestigio, de la forma que fuera, preferían a los varones, sobre las hembras, aunque estas última también eran importantes, sobre todo para firmar alianzas matrimoniales, ventajosas alianzas, que daban aún más valor, poder, y prestigio a la noble familia.

Parece estúpido que en pleno siglo veintiuno, aún exista este tipo relaciones familiares, pero claro la absorbente y manipuladora familia Lascalles, seguía viviendo en el pasado, donde ellos eran muy poderosos, y su título de nobleza lo valía todo.

Claramente el viudo Lord Lascalles, educó a sus hijos varones, en estos valores, mientras su hija, una desgracia para la familia, como su padre la veía, esa niña que había acabado con la vida de su madre, al nacer, iba a ser utilizada, como a las otras mujeres nacidas en esa familia, como moneda de cambio, cuando le fuera conveniente, para aumentar el poder de los Lascalles.

El elitismo de los herederos varones de la familia era tal que, llegaban a mirar al resto de personas como inferiores, esa fue la razón principal por la que, durante su época de estudiante en Eton, Vermont, y sus otros dos mejores amigos, hijos de nobles, y, por lo tanto, merecedores de su amistad, tuvieran de enemigos a Finlay Alacintye, y a sus amigos, que como él, eran escoceses, y por lo tanto de baja clase.

Para Vermont, esos rudos animales, de la alta Escocia, no eran merecedores de estudiar en esa prestigiosa institución, donde habían estudiado durante siglos los hijos, y los descendientes de la realeza de la gran nación británica.

Si a esto unimos que hacía dos semanas, tras la fiesta de víspera de navidad de esos americanos, los Miller, en un encuentro planeado por Finlay, Vermont y sus amigos habían sido humillados por él, y su grupo de salvajes del norte, se podía decir que nada, o muy poco le importaba lo que le pasara a su hermana, primero estaba la familia y su prestigio.

-” Da igual, desde hace una semana la empresa de la familia está sufriendo una opa hostil por parte de otras empresas, sin saber la razón, que ha hecho que nuestras acciones se desplomen, sabemos que lo han hecho con la intención de comprar la empresa, y si sigue así, perderemos el control sobre nuestra mayor, y única fuente de ingresos.”- dijo el Lord, que veía en su hija la forma de superar la crisis, gracias al aporte económico, en forma de dote, ya que, a sus diecinueve años, se casaría con el heredero de la familia Byron, de cuarenta y cinco años de edad, viudo y con dos hijos adolescentes, uno de ellos sólo unos años menor que la propia Daisy.

-” Tranquilo padre, si lo de esa estúpida y descerebrada de Daisy falla, yo ya he hecho algunos movimientos secretos que harán que la familia resurja con fuerza, y podamos vengarnos de esos que nos quieren hundir.”- dijo Vermont con una sonrisa siniestra.

Ninguno de los tres se había percatado que la ventana, que daba al jardín trasero, estaba abierta, y que la doncella, que había hecho de ama, y casi madre, de Daisy tras la muerte en el parto de lady Lascalles, madre de los tres hijos del Lord, lo había escuchado todo, Milly Peterson sintió que su corazón daba un vuelco de preocupación.

La ama, en ese momento, volvió a recordar las verdaderas preocupaciones, que tenía la madre de Daisy sobre su hija no nacida. Ambas, tanto Milly, como Lady Lascalles, habían sido muy amigas, se habían criado juntas, y todo porque la madre de la ama fue la doncella de cría de Lady Lascalles, justo por eso, ella conocía el miedo que sentía Selene, Lady Lascalles, hacia su marido, un ser frío, ruin, y despiadado, que nunca la había amado, la idea de que ese maldito hombre quisiera usar a su hija, como si fuera un bien más de la familia, había servido a contribuir mucha tensión en la pobre Selene, desde que supo que esperaba una niña, ella sabía para que les servía a todos los Lascalles, una descendiente femenina, era una propiedad utilizable, más.

Justo por eso, en su lecho de muerte, Selena le pidió a Milly que la protegiera, y la cuidara, como si fuera suya, que no le faltara de nada, algo que la ama cumplió con creces, incluso mimando demasiado a la pequeña Milly, que se convirtió en una dama, arrogante, mimosa y egoísta, la típica heredera, que sólo piensa en sí misma, y en sus deseos.

Milly ni siquiera se planteó en casarse, después de eso, ni quiso tener su propia vida, para ella, Daisy lo era todo, era como la hija que nunca tuvo, su devoción por ella, era total, y su deber mayor, era protegerla.

Esta noticia, que el cerdo de Lord Vermont William Lascalles, el padre de su Daisy quisiera casarla con un hombre de casi dieciséis años mayor que ella, viudo, y con dos hijos adolescentes, sólo por el poder, y el dinero, que recibiría, sobre todo porque, su niña sólo tenía diecinueve años, y estaba en su primer año de universidad, ese siempre había sido el peor de sus miedos, así que, sin pensarlo, corrió a la habitación de su adorada Daisy.

-” Abre la puerta preciosa, soy tu ama, llevas encerrada aquí desde hace semanas, no sé lo que te ha pasado, pero tengo que contarle algo muy grave, ábreme a hora.”- le dijo Milly usando un tono casi de súplica.

La ama no sabía lo que le pasaba a su tesoro, sólo sabía que desde que hacía dos semanas, Daisy había regresado de la fiesta de víspera de navidad en la mansión de los Miller*, esa millonaria familia americana, apenas quería comer, se la pasaba enfadada, y encerrada en su habitación, sin querer hablar con nadie, y apenas se relacionaba con ella.

*Nota de autora: Hola, si queréis saber que le había ocurrido a Daisy en la fiesta de los Miller, debes de haber leído la novela ¡Eres mía, heredera! y lo aclara todo.

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