Daisy.

-” Lista, estas increíble, ahora te acompaño abajo para continuar con mi trabajo, de seguro Gred tiene que estar en pleno ataque de nervios, si no estoy yo allí para controlarlo, puede terminar por ofender a alguien. En fin, lo adoro, pero en ocasiones no entiendo como Vincenzo lo aguanta. Si fuera mi Batman la mitad de intenso que es Greg, hace tiempo que hubiera acabado con él.”- me dijo Beatriz, o mejor dicho Bea que era como pidió que la llamara, mientras yo la oía, alucinaba mirando la imagen que el espejo me devolvía, de mi actual aspecto.

Esa mujer del espejo no era yo, antes de pasar por las manos de esa hada madrina de Bea, se podía decir que era como un elegante ratón de biblioteca, con algo de sensualidad, tras que esa rubia de curvas interminables, y definitivamente sexys, me había convertido en la diosa Atenea, la diosa de la sabiduría, con lentes incluidos, que, en vez de quitarme atractivo, me hacía aún más deseable.

Definitivamente ese vestido, que llevaba a