Hazel subió al auto de Zarek, y lo primero que su cuerpo le gritó al verlo fue besarlo con pasión y no dejarlo respirar, lo había extraño como a nadie en su vida, y saber que se quedarían esta noche juntos la mantuvo todo el día impaciente y anheloso de que llegara la hora de tenerlo a su lado.
—Yo también te extrañé — declaró en un susurro una vez que Hazel se distanció.
—Se me hizo eterno el día.
—Te puedo comprender mejor que a nadie, ya comenzaba a salirme canas — fue sarcástico.
—Tonto.
—Mira, te compré un obsequio — le entregó una caja.
—Estás malacostumbrándome, Zarek — abrió y miró el contenido — ¡Es hermoso! — eran unos aretes de oro con algunos diamantes.
—Hay muchas cosas qué deseo obsequiarte, espera a tu cumpleaños, te vas a sorprender con tu regalo.
—¿Me das un adelanto?
—No, es una sorpresa, Hazel.
—Vamos, ¿Dejarás que sufra estos días con la intriga?
—Sí, eso haré — ella reposó su cabeza sobre el hombro de Zarek mientras él conducía por las calles de Boston.