—¿Ya no quieres tener sexo conmigo? ¿Es por eso…? —añade él con voz baja, pero tensa—. ¿Tan mal lo hice que ahora no tienes ganas de que te toque nuevamente? ¿O prefieres a alguien más joven, de tu edad… alguien que te haga sentir bien, mejor que yo?

Isabella no sabe cómo reaccionar ante la pregunta de su esposo. La ha tomado por sorpresa. ¿Tan inseguro se siente? ¿O es solo una excusa para lanzarle un nuevo ataque disfrazado de autocompasión?

Ella lo mira, sin palabras al principio. Su pecho sube y baja más rápido de lo normal. Le duele que piense así. Le duele que se vea a sí mismo como un hombre incapaz de complacer a una mujer cuando la hizo la más feliz en poco tiempo. Con él sintió cosas que nunca antes había sentido. En algún punto hasta pensó que iba a desfallecer de tanto placer.

Además, Benedict es un hombre impecable, atractivo y con esa madurez que lo hace ver mucho más interesante que cualquier hombre joven.

—No —dice al fin, con voz firme, aunque su rostro delata la tor