CAPITULO XXXXXXII

Paso dos días donde no habían obtenido respuestas todavía sobre el paradero de la pequeña Alicia, Angelica se sentía deprimida porque sentía que su vida pierde sentido sin la presencia de su hija; la nona busco al presidente en la cárcel porque sabía que él podría tener alguna idea de su paradero, por los negocios que tenía con Andrew.

― ¿Crees que soy capaz de hacerle daño a mi propia nieta? ― Comentó pensando en Andrew y las diferentes posibilidades ―, No soy tan mala gente, puedo ser ambicioso pero créeme que no sería capaz de meterme con ella ― Afirmó serio, mirándola fijamente.

― Eso espero, porque a tu propia hija has sido capaz de venderla al diablo por poder ― Mencionó colocándose de pie, sin quitarle la mirada ―, Alicia no tiene la culpa de los errores y sueños de todos, ¡es un alma inocente! ― Exclamó golpeando la mesa, llamando la atención del guardia.

― Vuelvo y te repito con ella no me meteré, porque es de mi sangre además Angellica se ganó lo que le ocurrió pagando los
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