Capítulo 40

Una semana después, luego de estar seguros de que estaban a salvo, Ángelo y Gabriel salieron a su oficina en la ciudad, ya no había riesgo, por lo que podían volver a su rutina normal, aun así, Alec los acompañó con otro de sus hombres.

David estaba tomando desayuno cuando Ángela bajó y José estaba en el despacho, con unos trabajos que le había pedido Ángelo.

―Hola, enana, ¿cómo amaneciste?

―Parece que solo pestañeé y ya había amanecido.

―¿No descansaste?

―No sé, solo sé que cerré los ojos y cuando los abrí ya estaba claro, igual no me siento cansada.

―Al menos eso es bueno, dormiste profundamente.

―¿Y tú?

―Yo bien, acabo de despertar.

―¿Qué vas a hacer ahora que estás libre?

―Pensaba llevarte a ver mi galerí

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