Después de que el nuevo Alfa me pidiera que me cambiara de ropa, uno de sus enormes lobos, me agarró del brazo, y me condujo con movimientos firmes, aunque no tan bruscos como los de los anteriores esbirros del alfa. Me llevó a mi antigua habitación, donde ya me esperaba Vicenta, mi fiel asistente y amiga.
Yo, al verla allí plantada en medio de la habitación, me solté del agarre del guardia, y me abracé a ella, sintiendo como la asustada mujer me devolvía el abrazo. El lobo designado por el nuevo Alfa para custodiarme, nos dejó a solas, aunque tenía claro que si intentaba escapar me encontraría en menos de diez segundos.
- Me alegro de que estés bien, Vicenta.
- Yo, en cambio, temía por usted, señorita Emerald. Ningún lobo de la manada ha sufrido a manos de los invasores, solo la familia del Alfa.
- ¿Quieres decir que no han atacado a nad