Cayendo al vacío

Dicen que quien juega con fuego se quema, y Brooke no parece darse cuenta como poco a poco se ha dejado arrastra por lo que siente por Esteban. Su deseo de venganza hacia él se había ido convirtiendo en deseo de ser constatemente suya. Sus encuentros son más continuos e intensos.

Cada vez que están cerca, el uno del otro son como cerillo y gasolina, una sola chispa y explotan de deseo, de lujuria, de ganas. Para la pelirrubia es cada vez más difícil negarse a sus emociones. Es como si al estar frente a Esteban perdiera toda su fuerza de voluntad, hacen el amor como animales en celo que sólo desean poseerse y entregarse a sus instintos más perversos.

—Brooke, no dejo de pensar en ti ni un instante, sólo quiero saborearte, ver como tiemblan de deseo entre mis brazos, oler tu sexo, sentir su humedad y escuchar tus gemidos. Activas cada uno de mis sentidos de forma simultánea. —susurra a su oido, mientras su falo se desliza dentro de su caverna.— No quiero que estés con Massimo, me pert
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