Edmond.
Esteban destapa el cuerpo hasta la altura del pecho. La impresión causada por verla en tal estado me toma imprevisto. Pongo la mano en mi boca, miro hacia otro lado, intentando asimilar lo que captaron las retinas. Me pregunto si la justicia nos llegará a todos tan cruda como lo ha hecho con Karine. Vuelvo a mirarla; la piel pálida, mortecina, hace más perceptibles los horrores por los que tuvo que pasar. Tiene el rostro amoratado, el costado derecho casi desfigurado. Una herida profunda le atraviesa el cuello; los colores marrones y lilas se extienden alrededor de este. Quiero dejar de verla, pero su presencia actual se mezcla con los recuerdos que tengo de ella. La mujer que desposé en el altar; la que presumí al mundo, la que nos abandonó y luego regresó para dejar claro que le pertenecíamos. Éline; Simone y yo fuimos peones en su juego bien calculado. Aunque su última estratagema la llevó a la muerte, el daño está hecho. Ella yace sobre este metal frío; no sé si descansará