Cap. 124: Dudas.
Marie salió de la habitación con el rostro descompuesto. La piel le había perdido el color, y sus pasos eran livianos, casi vacilantes, como si un vendaval invisible la empujara hacia afuera.
Nathan estaba en el pasillo, sentado en una de las sillas junto a la máquina de café. Al verla, se puso de pie al instante.
—¿Todo bien? —preguntó, frunciendo el ceño al notar lo pálida que estaba.
Ella se detuvo un segundo, tragando saliva.
—Sí… —respondió, apenas esbozando una sonrisa.
Nathan se acercó, ladeando la cabeza.
—¿Segura?
Marie asintió rápidamente, sin poder sostenerle la mirada por mucho tiempo.
—Sí, de verdad. Solo fue una charla un poco intensa. Pero ya está.
Nathan quiso creerle, aunque algo en su forma de moverse, en la rigidez de sus hombros, le decía que no estaba bien.
—¿Cenamos? —preguntó entonces, en un intento suave, como quien ofrece una tregua.
Marie lo miró, y su corazón se le encogió. No por él. Por ella. Por lo que no sabía, por lo que temía, por lo que ni siquiera se