El silencio duró varios segundos.
Sylvia fue la que habló primero
—Yo... yo solo salí a tomar un poco de aire fresco.
Ella estaba insinuando que tampoco estaba tratando de conocer a los niños o espiarlos.
Odell ordenó con el ceño fruncido:
—Vuelve ahí.
Sylvia hizo una mueca.
Ella no necesitaba que él le diera órdenes. Iba a irse a casa de todos modos.
Había salido a toda prisa y se olvidó de ponerse un par de pantuflas o al menos un abrigo. Todo lo que tenía puesto eran dos capas delgadas de ropa para protegerla del frío.
No pronunció una palabra, luego se dio la vuelta y se dirigió hacia la sala de estar.
—¡Date prisa! —Odell ladró de repente detrás de ella.
Su repentina exclamación terminó asustando a Sylvia. Las plantas de sus pies descalzos resbalaron contra la nieve resbaladiza. Perdió el punto de apoyo y sintió que su cuerpo se precipitaba hacia el lecho de nieve.
Todo sucedió en un instante. Entonces, sintió un brazo musculoso aferrándose firmemente a el