En una hermosa isla en Galston, había un antiguo castillo europeo en la cima de la colina.
Sylvia estaba dentro del castillo, sentada frente a una ventana del techo a la pared con su escultura de madera.
Tía Tonya estaba tejiendo a su lado.
De repente, unos pasos rítmicos sonaron desde la puerta.
Tía Tonya echó un vistazo y le dijo a Sylvia:
—Syl, está aquí.
Se levantó y se paró frente a Sylvia.
Sylvia se volvió hacia la puerta y vio a Thomas.
Llevaba una camisa de color claro que cubría holgadamente su esbelta figura. Llevaba una sonrisa mientras se acercaba.
Al ver a la tía Tonya frente a Sylvia, la mirada de Thomas se volvió fría, pero mantuvo su sonrisa cortés y dijo:
—Tía Tonya, ¿puedo quedarme con la habitación? Quiero hablar con Sylvia.
Tía Tonya tenía una mirada cautelosa y se negaba a moverse.
Sylvia la miró fijamente y dijo:
—Está bien. Es solo una charla, él no me hará nada.
Pasaron medio mes desde que Thomas la encarceló en este castillo y él