Girasoles.
Todos eran girasoles.
Ya sea en el suelo plano o en la ladera distante, estaba densamente lleno de girasoles dorados.
La luz del sol brillaba desde una dirección, y todas las flores miraban hacia ese lado, de pie, vívidas y hermosas. Era como estar en un mundo lleno de girasoles que se sentía absolutamente mágico.
Los ojos de Sylvia se abrieron con asombro.
Después de mucho tiempo, finalmente volvió en sí y murmuró:
—¿Por qué hay tantos girasoles aquí?
No parecía ser la temporada para que los girasoles maduraran y florecieran.
—¿Te gusta? —La voz baja y agradable del hombre resonó.
Sylvia inconscientemente respondió:
—Sí.
Solo después de decir eso se dio cuenta de que algo andaba mal. Cuando miró a su alrededor, solo estaban ellos dos además de los girasoles. No había nadie más a la vista.
¿Cómo podía haber solo dos turistas en un parque forestal con un mar de girasoles tan magnífico?
“¿Sería posible...?” —pensó Sylvia.
Sus ojos parpadearon e inme