La cara de Sylvia cambió e inmediatamente dio la vuelta a su silla de ruedas para volver a su habitación.
“Detente”. Sonó la voz grave del hombre.
Sylvia actuó como si no le hubiera oído y siguió avanzando, pero pronto, su imponente figura apareció detrás de ella y agarró su silla de ruedas.
Por más que empujaba, la silla no se movía.
Sylvia retiró la mano y decidió dejar de empujar.
Odell gruñó y giró la silla de ruedas para que ella quedara frente a él.
El rostro pálido y frío de Sylvia le devolvió la mirada.
Frunció el ceño al sentirse un poco irritado. “¿No me has oído?”.
Sylvia miró al suelo y lo ignoró.
Odell le cogió la cara con la mano. “Mírame”.
Sylvia siguió mirando al suelo. Tenía la cara fría y pálida. Sus ojos carecían de alma, como si hubiera perdido el deseo de todo en la vida.
Odell la sujetó con más fuerza y le dijo fríamente, “Quiero que me mires”.
Parecía amenazarla con dislocarle la mandíbula si no le hacía caso.
Sylvia no pareció oír la amenaza que se