Tara se arrojó al brazo de Odell y expresó su angustia: “Odell, todo es mi culpa. No debería haber venido a ver a la abuela en este momento. Debería haber sabido que a Sylvia no le gustaría verme aquí. Espero no causarte ningún problema…”.
Odell le dio unas palmadas en la espalda y le aseguró: “No es tu culpa”.
Luego, se volvió hacia Sylvia y le preguntó con aguda hostilidad: “¿La golpeaste?”.
“Sí, la golpeé…”. Sylvia lo miró audazmente e hizo un gesto con las manos. “No solo una vez, sino dos veces. Todavía me tiembla la mano por lo fuerte que la golpeé”.
Odel: “…”.
Sylvia cruzó los brazos y continuó: “¿Me vas a abofetear para arreglar las cosas por ella? ¿Cuántos van a ser, veinte o doscientas bofetadas? Date prisa y empieza ya si vas a hacerlo. Necesito descansar después”.
Su rostro se enfureció.
Los gritos de Tara, quien seguía aferrada a él, se habían convertido en suaves gemidos en este punto.
Tara se volvió lentamente hacia Sylvia y notó la expresión audaz y arrogante qu