Sherry expresó sus felicitaciones a Carl con una sonrisa.
—Felicidades.
Él respondió estirando la espalda y luego casualmente se sentó en su escritorio.
Intentando mantener cierta distancia, Sherry se reclinó en su silla, pero Carl, sin inmutarse, agarró el mango de la silla y se acercó.
Con una sonrisa encantadora y un brillo seductor en sus ojos, Carl se dirigió a Sherry:
—Sherry, aunque ahora soy el presidente, sigues siendo una amiga íntima mía. Me entristecerá si empiezas a alejarte de mí.
Sherry puso los ojos en blanco, desconcertada ante la idea de que alguna vez había intentado distanciarse de él. Su único objetivo era mantener un límite profesional en el lugar de trabajo. Al darse cuenta de que Carl no había madurado tanto como pensaba, respondió con desdén:
—Está bien, lo tengo.
Carl soltó la silla y se puso de pie. Sherry le preguntó:
—¿Viniste aquí sólo para decirme esto?
—Por supuesto que no.
Curiosa, Sherry preguntó:
—¿Qué querías decirme?
—