Para Sherry, el coche era simplemente un medio para desplazarse de un lugar a otro. Si bien su automóvil puede carecer de la grandeza o la extravagancia de los vehículos de lujo, brindaba una experiencia de conducción cómoda.
Cuando el semáforo cambió a verde, Carl presionó el acelerador. Luciendo una sonrisa encantadora, compartió:
—Ya hice los arreglos. El deportivo llegará a Coastrock el día de nuestro compromiso.
Expresando su desinterés, Sherry frunció el ceño y respondió:
—Realmente no lo quiero. Dáselo a otra persona.
Después de todo, el compromiso fue una farsa. Sherry agradeció la amabilidad de Lisa y el apoyo de la empresa. Aceptar un costoso auto deportivo de Carl plantearía la pregunta de cómo corresponder su generosidad.
Imperturbable por su negativa, Carl insistió:
—Quiero dártelo. Considérelo un regalo de compromiso.
Aunque Sylvia lo ignoró, él mantuvo una sonrisa y siguió conduciendo. Al cabo de un rato, el coche se detuvo frente a un restaurante ado