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Elena mandó a decorar el jardín de la casa como si se fuera a realizar una fiesta infantil, quería recibir a Jr. con mucha alegría y mandó a llamar a todos los niños de la familia.

Cuando Rodrigo y Jr. llegaron ya los estaban esperando en el jardín; casi todos los Salvatierra habían asistido y hasta algunos vecinos, incluyendo a Marina Ibáñez, la eterna amiga de Elena y llevó consigo a uno de sus nietos. Ella entró con su típico talante alegre y escandalosa saludando a todos los presentes. La dama caminaba con cierta dificultad.

—¿Qué te sucedió? —Preguntó Elena.

—Es que mis rodillas cada día las tengo más lesionadas.

Cuando entraron el niño abrazó a Braulio.

—Hola abuelito.

—¿Cómo ha estado mi nietecito consentido?

—Bien, el abuelo Alberto

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