Cuando se marcharon Jr. y su padre, cada uno de los trabajadores volvieron a su lugar, Raiza y Annie regresaron a sus casas, Braulio se encerró en la biblioteca a leer un libro y Elene se encerró en su habitación.
Lucrecia invadida por la tristeza buscó algo que hacer de oficio que le ayudara a sobrellevar la ausencia del pequeño. Las muchachas de la limpieza y la cocinera sabían que estaba sufriendo y se compadecieron. Ella tomó un paño y le pidió a una de ellas que le bajara de la pared las piezas de cobre que adornaban la cocina, "Tienen tanta grasa que ya no se sabe si son de cobre y si son de barro" —Dijo ella justificando su acción repentina—. Toda la casa parecía que estaba en luto, en general comenzó a reinar un profundo y desbastador silencio.
Por noche nadie bajó al comedor. Lucrecia como siempre le llevó la