Narrado por Leonel Brown
Los niños son inquietos por naturaleza, se caen, golpean y vuelven a levantarse. Pero ver a Sara llorando con la frente sangrando es más de lo que mi calma y lógica puede soportar. Tampoco puedo soportar muy bien escucharla quejándose ya en el taxi camino a la clínica. Le estaba limpiando la sangre de su frente con una toalla limpia que tenía en el bolso. Ella seguía enfocada en su dolor, y yo era un desastre con la camisa blanca con uno que otro manchón de rojo.
—Estarás bien, no tienes que estar asustada — la consuelo tragándome los nervios.
—Me-me duele Leo — lucha contra sus lágrimas y mocos — no-no me gusta la sangre.
—Sé que te duele, pero en lo que lleguemos te dejará de doler. Te lo prometo ¿si? — digo limpiándole la nariz con mi propia mano.
Sara deja de hipar y luego comienza a temblar.
—Tengo frío — me comenta.
Tanta fue la rapidez en la que la metí en el auto y busqué algo para limpiarle la cabeza, que no me fije en que seguía con su traje de baño