Exigencia

Lucca los miró a los dos con atención y se sintió incómodo por la forma en que el argentino le hablaba a la muchacha, con tanta confianza que, por algunos instantes creyó que tenían algo más.

—Ya me voy —dijo el argentino y abrió la puerta a toda prisa para arrancar—. Buenas tardes —se despidió tan incómodo como Lucca.

Lucca le miró desaparecer hacia su oficina con prisa y luego su mirada se clavó en ella.

Margarita estaba tan confundida que no le había quitado los ojos de encima ni un solo segundo.

Cuando sus miradas se encontraron, Margarita bajó los ojos y hundió su mirada en el piso. No quería mirarlo a la cara. Tenía miedo. Estaba casi segura de que el hombre había oído todo lo que el argentino había dicho.

—¿Caldito Maggie? —preguntó Lucca con cierto sarcasmo y ella se ruborizó—. ¿Qué es eso? —investigó dejando entrever en demasía los celos que le provocaba esa interacción cariñosa de apodos y risas.

—Solo es un apodo —musitó ella sin saber qué decir.

El hombre rodeó su escritor
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