Las tres amigas no dudaron en correr de regreso al pueblo y revisar todos los cafés y restaurantes que el lugar poseía. No eran muchos, puesto que tampoco se trataba de una zona grande. Los turistas hicieron peor su búsqueda, pero no menos exitosa.
Para su desgracia y para el futuro de Santa Marta, encontraron al hombre reunido con el padre de Lucca y con Lidia.
Margarita supo que habían perdido el juego y la guerra.
—Esa malnacida —rugió Paula escondida detrás de un arbusto.
—Es culpa de Lucca —protestó Margarita, un poco ciega—. Si sus celos fueran más educados….
—No culpes a ese pobre hombre —dijo Paula, con un cambio tan evidente que hasta July le miró confundida—. Está loco por ti y es tan inseguro.
—¿Qué le hiciste a Paula? —preguntó Margarita, confundida con su actitud amable.
—Si —dijo July, riéndose.
—Nada, no le hice nada, solo abrí los ojos —dijo la muchacha y se cruzó de brazos encima del pecho.
July se puso nerviosa en cuanto vio al padre de Lucca y a Mauro estrechar sus