Cuando llegó a la puerta de la suite él suspiró profundo como para agarrar valentía y entró, pero ella no estaba entonces se acostó y se puso a leer un libro que había en la mesita de noche de Mariem.
Minutos más tarde ella llego y traía consigo un recipiente de helado, y con cara de molestia le dijo:
—¿Por qué te largaste?
—Necesitaba salir.
—¿Tanto te Asusté?
—No me Asusté.
—A mí me pareció que sí.
Ella se fue al recibidor y abrió el ventanal y allí comenzó a comerse el helado. Los últimos días Liam no había descansado bien y estaba rendido, entonces se durmió con el libro encima y la lámpara encendida. Mariem regresó a la habitación y quería hablar de lo sucedido, pero prefirió dejarlo en paz. Por la mañana Liam despertó faltando aún varios minutos para el amanecer, y la vio dormida y su rostro se veía como el de un ángel que se había escapado de los mundos superiores; él no se contuvo y acarició su cara y