Había una vez un chico…
Aquella noche tomé de nuevo el taxi y volví a casa. Le pagué cuando llegué.
A esa hora todavía Christine estaba despierta.
Sus manos me sostuvieron al pasar por la puerta, porque una vez que entré, las piernas me fallaron y las lagrimas comenzaron a salir a borbotones. Tapé mi boca para que mi llanto no despertara a Tom.
Ella me guió hasta la cocina.
— ¿Pero que ha pasado? ¿Por qué viniste en un taxi?
— Christine... — el llanto no me dejaba hablar, pero tenía que desahogarme o la pena me iba a matar. — Jake nunca ha demostrado tener sentimientos hacia mi. ¡Nunca!
— Claro que si. No seas tonta. Nadie hace todo eso por una persona solo por su bue