El aeropuerto de Abu Dabi estaba lleno de vida y movimiento. Entre los viajeros apresurados y las familias que se reunían con sus seres queridos, Elena esperaba ansiosa junto a Hades. Vestía un vestido ligero en tonos beige, ideal para el clima cálido, mientras revisaba su teléfono cada pocos minutos.
—¿Nerviosa? —pregunta Hades, apoyándose casualmente contra la barandilla mientras la observaba.
—No exactamente. Es solo que no la veo desde hace dias. Leila y yo somos como hermanas —responde Elena, con una sonrisa nostálgica.
Hades asintió, aunque su atención se desvió cuando un grupo de pasajeros comenzó a salir de la puerta de llegadas. Finalmente, una figura conocida apareció entre la multitud.
Leila Saragoza, con su pelo negro brillante y sus ojos color avellana que parecían iluminar todo a su paso, caminó hacia ellos con una sonrisa radiante. Vestía una blusa blanca sencilla y unos pantalones de lino que acentuaban su figura elegante.
—¡Leila! —grita Elena, corriendo hacia ella pa