—Lo siento Sol, pero podemos dejar ese tema de que si comí flores o grasa —intento correr hacia el closet—, tenemos que irnos, no me quiero encontrar con los padres de Elliott y de Hunter.

No quiero encontrármelos porque eso sería una vil hipócrita porque lo último que quiero es hablar mal de los señores Carrington, ya que uno de sus hijos destruyó el amor que tenía.

—Eres una estúpida mentirosa —chilla y me señala—, ahora me dices que es lo que estabas haciendo en el tocador o sino te quitaré la toalla hasta dejarte completamente desnuda —me advierte y palidezco al ver tanta seguridad en sus palabras.

—Te contaré, pero hasta que estemos fuera de esta casa —insisto.

—No, nos iremos porque no hay más Carrington que Elliott y Hunter.

Eso es más una confesión que asegurarme que todo fue un