Mirando a un muchachito

Scarlet ahogó un suspiró apretando sus manos hasta que los nudillos se volvieron blancos. Solo cuando la figura de Zieg desapareció de delante de ella pudo respirar con más calma.

Cada día que pasaba su acoso se hacía más constante, esos eran los momentos que le gustaría tener una pareja para que dejara su vida en paz, al menos. Sacudiendo levemente la cabeza se giró hacia el joven adoptando su porte profesional.

-¿Y bien, en que quieres que te aconseje?- comentó siguiéndolo.

Sin darse cuenta se encontró admirando su cabello que le acariciaba la nuca recogido en un moñito semidespeinado. De un color tan inusual del que no podía distinguir los mechones rubio de los castaños, ligeramente ondeado en las puntas que se escapaban cerca de las orejas. Había podido apreciar sus ojos de color arena dos tonos más oscuros que su pelo, enmarcados en gruesas pestañas.

A pesar de llevar una camisa ancha puesta, el delantal de la tienda se ajustaba a su estrecha cintura mostrando un cuerpo de triangulo investido que denotaba la presencia de ejercicio físico, quizás no en exceso como describían las novelas de romance, pero si para que fuera agradable. Con razón aquellas chicas estaban detrás de él.

Pero que hacía admirando a un muchachito como él. El estrés y la frustración ya estaban afectando su sentido del juicio. Se cacheteó mentalmente.

-Señorita Scarlet- lo vio girarse de pronto -Disculpe que me haya entrometido- ella levantó la mirada fijamente- La verdad, no tengo problemas con la nueva entrega, ya está catalogada incluso, pero sin querer oí su conversación y usted no parecía muy cómoda con la situación- tragó el resto de sus palabras esperando la reacción de ella.

-Gracias- le agradeció desviando la mirada- No negaré que de cierta forma me salvaste-

-Ya veo, pensé que se molestaría- lo vio hacer una mueca de alivio en sus rasgos demasiado bien ubicados, tal vez debería de cambiar su trabajo a modelo, seguramente triunfaría –No suelo inmiscuirse en los problemas de las demás personas pero se lo debo por darme la oportunidad de poder leer tales obras como las de Lowen-

-No creo que yo sea la persona indicada para recibir esos elogios, sino el mismo Lowen, aunque pensándolo fríamente- se tocó la barbilla y murmuró – ese desgraciado siempre me hace sudar frío con el atraso en sus manuscritos y todos los errores que tienen-

Escuchó una leve risa por parte de su acompañante y supo que la había escuchado. Sin mostrar su vergüenza carraspeó la garganta.

-Olvídalo. Ahora si no te molesta me retiraré, todavía tengo asuntos pendientes que resolver-

-En ese caso, que tenga buenas noches, ha sido un enorme placer poder conversar con usted- Scarlet alzó una ceja -Y pase cuando quiera, le puedo hacer buenas sugerencias sobre libros de otras editoriales que están llegando- Eagle sonrió tan amplio que la agotó, como esa persona podría tener tantos ánimos.

-Nos veremos en otro momento, es parte de mi trabajo- dio media vuelta y caminó lentamente hacia la salida. Podía sentir la vista del muchacho sobre su nuca.

Otro más que le gustaba su cara. Ponía el cuño que se había enamorado de ella. Había momentos que agradecería tener un rostro normal y corriente, pero había una cosa que no podía ignorar. Aquel chico le llamaba la atención. Tal vez su forma de reír o el aura de despreocupación que lo rodeaba diferente a todas las personas que normalmente la rodeaban era lo que la hacía sentirse cómoda.

Revisó su reloj por cuarta vez dentro del taxi que se estacionó delante de la guardería canina. Apenas eran las 9:30pm y ya estaba cerrado. El corazón de Scarlet palpitó y la preocupación le hizo un nudo en la garganta. Caminó rápido hacia la puerta y tocó duro y constante.

Esperó pero nadie le abrió. Se puso más nerviosa. Volvió a tocar. No podía imaginar que se hubieran ido así como así ¿Y Rufus, dónde estaba Rufus? Repitió el toque de la puerta más intensamente.

Su mano tembló ligeramente cuando volvió a tocar y esta vez la puerta se abrió dejando ver a la recepcionista. Los ojos de Scarlet hundidos en el pánico la miraron y esta solo sonrió arrepentida dejando más espacio para que una bola de pelo pasara empujando su pierna y se pusiera en sus patas traseras contra el pecho de su dueña.

Scarlet soltó hasta el bolso y abrazó a su perro arrodillándose en el piso. No pudo evitarlo cuando un ligero suspiro de alivio. Se había imaginado muchos escenarios nada agradables. Enterró al cabeza en el cuello del intranquilo animal y lo apretó.

-Discúlpeme, los dueños están recogiendo antes de tiempo por eso cerramos antes. Estaba en la parte trasera dando los últimos detalles y por eso no oía el timbre. Rufus se puso muy inquieto y ladró mucho, por eso fue que supe que había llegado- se excusaba la chica con la cabeza  baja.

La mujer soltó a su mascota y se enderezó recobrando la compostura. Rufus se sentó a su lado y restregaba el morro contra su rodilla.

-No importa- su voz salió seca –Gracias por atenderlo, es una lástima que cierren, siempre lo han cuidado muy bien-

No podía molestarse con la muchacha que solo hacía su trabajo. En cambio recogió el sobre con el dinero de vuelto por los días que había pagado por adelantado, así como unos juguetes que le habían dado a Rufus de regalo y su correa. Despidiéndose ambos dos caminaron en la noche hasta su casa. Mañana sería otro día, uno bien duro.

Eagle se encontró corriendo por los pasillos de la Facultad de Letras a primeras horas de la mañana. Su teléfono se había quedado sin carga durante la noche y se había levantado casi una hora después de lo normal. Para la mala suerte que el metro no paró por lo lleno que estaba y su cafetería favorita estaba cerrada por reparaciones. Para colmo, estaba seguro que el profesor le echaría la bronca. Por qué tenía que tocarle la persona más estricta de la universidad a primer turno.

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