Arrugué mi entrecejo al no recordar aquel día, pero, después, pude lograrlo y no alcancé a retener una pequeña carcajada. ¿De verdad aún recordaba aquel altercado?
—¿Por qué te ríes? —indagó un poco apenado.
—Ah… —bajé mis manos y mis dedos comenzaron a jugar entre sí—, es que no recordaba ese… día, ¿p-por qué lo menciona?
—Ese día te hablé muy fuerte y siempre he creído que es por eso que me tienes miedo.
Apreté con fuerza mis labios y negué con la cabeza.
—Yo… Es que usted me intimida, —confesé mientras bajaba la mirada— es eso.
Entonces, quien comenzó a carcajear fue él y yo era la que quería que la tierra se la tragara.
—Rousse, ¿es por eso que tampoco eres capaz de