—Está bien —acepté—, si es un corto tiempo mientras buscas un mejor lugar, lo acepto. —La veía fijamente a los ojos— después podemos ponernos de acuerpo con el precio.
Rousse se veía muy sorprendida y sus mejillas estaban bastante rojas, no: todo su rostro estaba rojo. Tomó varios tragos de su limonada hasta dejar el vaso vacío y después inspiró profundamente.
—¡Perfecto! —soltó Sarita—, eso es genial, Rousse, ¿ves que sí pudimos resolverlo? —Tomó un brazo de la chica y le dio dos palmadas.
Rousse intentó mostrar una sonrisa, pero estaba tan nerviosa como para fingir. Y yo… tenía ganas de sentarme a su lado y abrazarla mientras le decía “está bien, conmigo estás a salvo”. Lo menos que deseaba era verla sufriendo otra vez.
Cuando me iba a ir