El Llamado de la Luna

La noche envolvía el bosque con su manto oscuro y misterioso. Mientras todos dormían plácidamente en el campamento, Aurora se encontraba inquieta. Un irresistible llamado la invitaba a explorar el bosque en medio de la noche.

Con paso sigiloso, Aurora se deslizó fuera de su tienda de campaña, procurando no despertar a sus padres. La luz de la luna llena se filtraba entre las ramas de los árboles, guiándola en su camino. Cada paso la acercaba más al claro que había descubierto antes, aquel que estaba iluminado por el resplandor plateado de la luna.

Cuando finalmente llegó al claro, su corazón latía con anticipación. La atmósfera parecía cargada de energía, como si el lugar estuviera imbuido de una fuerza sobrenatural. Sin vacilar, Aurora se acercó al borde de un lago cristalino que brillaba bajo el influjo de la luna.

Intrigada y cautivada, Aurora se sumergió en las aguas del lago. El agua fresca la envolvió, y en ese instante, una conexión mágica se estableció. La luna, ahora reflejada en el espejo acuático, parecía llamarla, susurrándole secretos en el lenguaje de los sueños.

Aurora cerró los ojos, permitiéndose dejarse llevar por la corriente de sus pensamientos. En lo profundo de su mente, una visión cobró vida. Se encontraba en un vasto paisaje lunar, rodeada de estrellas centelleantes y un silencio sereno.

La luna brillaba con una intensidad deslumbrante, y su luz acariciaba su piel como una caricia celestial. Aurora podía sentir la presencia de una figura etérea frente a ella, una presencia que irradiaba sabiduría y poder.

El espíritu de la luna habló en susurros en el interior de Aurora, transmitiéndole conocimientos ancestrales y revelando fragmentos de la profecía que la envolvía. Imágenes fugaces y fragmentadas se entrelazaban en su mente, mostrándole su destino entrelazado con el reino de los lobos.

En su sueño, Aurora vio a Zahor, el lobo temeroso con el que estaba destinada a encontrarse. Sus destinos estaban entrelazados por un propósito mayor, uno que solo se desvelaría cuando el tiempo estuviera listo.

Con lágrimas de emoción y gratitud, Aurora se sumergió más profundamente en el lago, abrazando la magia del momento y la conexión con la luna. Cada fibra de su ser vibraba en sintonía con la energía lunar, sintiéndose fortalecida y lista para abrazar su destino.

Cuando finalmente emergió del agua, su piel relucía bajo la luz de la luna. Aurora se sentó en la orilla del lago, sintiendo que había cruzado un umbral en su vida. Pero algo había cambiado. Algo dentro de ella se sentía diferente.

Despertó lentamente, confundida. La oscuridad del bosque la rodeaba y el resplandor de la luna había desaparecido. Miró a su alrededor, buscando señales familiares, pero todo era desconocido. El paisaje había cambiado por completo.

Aurora se puso de pie y notó una extraña sensación en su cuerpo. Se miró las manos y se dio cuenta de que no eran manos humanas, sino patas delgadas y cubiertas de pelaje. Se llevó las manos al rostro y sintió un hocico húmedo y frío. ¡Era un lobo!

El corazón de Aurora se aceleró, y la confusión y el miedo se apoderaron de ella. ¿Cómo había ocurrido esto? ¿Cómo había pasado de ser humana a convertirse en un lobo?

Intentó recordar lo que había sucedido, pero sus sueños se habían desvanecido como humo. No recordaba nada de la conexión con la luna, ni de las visiones, ni de la profecía. Solo sabía que algo importante había ocurrido en aquel lago.

Sus padres, al despertar, se encontraron con la carpa vacía. La preocupación se apoderó de ellos al ver las huellas de pisadas que llevaban hacia el claro iluminado por la luna. Sin perder un segundo, comenzaron a buscar a Aurora, llamando su nombre en voz alta mientras se adentraban en el bosque.

La ansiedad crecía a medida que avanzaban sin encontrar rastro alguno de su hija. Finalmente, llegaron a un punto en el que se dieron cuenta de que necesitaban ayuda adicional. Decidieron dirigirse a las autoridades locales para informar sobre la desaparición de Aurora y solicitar su colaboración en la búsqueda.

En la oficina del alguacil, explicaron detalladamente lo sucedido, mencionando la ubicación del campamento y la dirección que parecían haber seguido las huellas. Las autoridades tomaron el caso con seriedad y organizaron un equipo de búsqueda para adentrarse en el bosque y encontrar a Aurora.

Días y noches pasaron mientras el equipo de búsqueda peinaba meticulosamente el área en busca de alguna pista que los llevara hasta Aurora. Los padres de Aurora se aferraban a la esperanza, rezando para que su amada hija estuviera a salvo.

Mientras tanto, Aurora, en su forma de loba, había encontrado refugio en un rincón oculto del bosque. A pesar de su confusión y la falta de recuerdos, se sentía a salvo entre en ese lugar. Aurora no entendía por qué no podía recordar quién era en realidad ni cómo había llegado a convertirse en loba. Aunque su mente estaba llena de preguntas, sabía que su futuro sería muy diferente a su pasado.

Mientras tanto, en el campamento, los esfuerzos de búsqueda continuaban sin cesar. Los voluntarios recorrían cada rincón del bosque, llamando a Aurora y revisando minuciosamente cualquier indicio de su paradero. La noticia de la desaparición se extendió por la comunidad, y las personas se unieron en la búsqueda, llenando el bosque con esperanza y determinación.

Pero el bosque guardaba sus secretos celosamente. A pesar de los incansables esfuerzos, no se encontraba ninguna pista que condujera a Aurora. Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. La tristeza y la incertidumbre envolvían a sus padres, quienes no se resignaban a perder la esperanza.

La búsqueda de Aurora se había prolongado durante meses, pero a pesar de los incansables esfuerzos, no se había encontrado ninguna pista sólida sobre su paradero. La policía y los equipos de rescate habían rastreado cada rincón del bosque, entrevistado a testigos y seguido cualquier indicio, pero todo había resultado en vano.

La tristeza y la frustración se habían apoderado de los padres de Aurora. Cada día era una lucha para mantener viva la esperanza, pero con el paso del tiempo, el peso de la incertidumbre se hacía cada vez más abrumador.

Un día, un oficial de policía llegó a la puerta de la casa de los padres de Aurora. La mirada en su rostro decía más de lo que sus palabras podían expresar. Con voz entrecortada, les comunicó que, después de una exhaustiva búsqueda y sin hallar ningún indicio de su hija, se veían obligados a dar por perdido el caso.

Las palabras resonaron en el aire como un golpe devastador. Los padres de Aurora se aferraron el uno al otro, dejando que las lágrimas fluyeran libremente. La sensación de pérdida y desesperanza se volvió casi insoportable.

El oficial de policía ofreció sus condolencias y aseguró que el caso seguiría abierto en caso de surgir alguna nueva pista en el futuro. Pero para los padres de Aurora, esas palabras ofrecían poco consuelo en ese momento de dolor abrumador.

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